Parte 1

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"Puede que el Infierno sea nuestro destino".
J.I

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"El Claro de Luna", iluminó los ojos verdes del niño, justo antes de caer en aquel pozo. En su rostro, el pequeño expresaba terror y un absoluto desconcierto. Tanto era el miedo en su mirada, que pude percibirlo al tiempo que se estremecía cada parte de mi ser. Inmediatamente, un par de garras surgieron tras él, tomando su cuerpo para sumergirlo en la oscuridad con una velocidad sobrehumana"... "¡AYUDAME EVANGELINE!" fue el único sonido que emergió de su boca. Lo último que escuche de Nico, antes de despertar...

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Mientras mi mente vagaba por los detalles de la pesadilla, el silencio a la hora del desayuno era ensordecedor. Por más de diez minutos solo el sonido de los cubiertos se escuchó.

—Aún no encuentran al hijo del Sr. Norman —exclamó mi madre consternada desde el otro lado de la mesa. Las palabras iban dirigidas hacia mi padre, quien se encontraba entretenido leyendo las noticias del periódico.

—Todo estará bien, Merian. No debes preocuparte tanto por el asunto. Nico aparecerá pronto, a pesar de que tiene doce años, toda su vida ha vivido con Norman en los alrededores del bosque. Si se perdió, él sabrá muy bien qué hacer. —comentó papá, tratando de disimular su preocupación.

Todo el pueblo sabe, que el hecho de perderte en las montañas Paradise, es una sentencia de muerte segura.

—Hoy iré a apoyar a la búsqueda, estaremos cerca del lago Moonlight, ¿te gustaría acompañarnos al salir de clases, Evangeline? —la esperanza que recorría los ojos de mi mamá me destrozaba. Ella le rezaba a su Dios, pidiendo que el niño estuviera bien, pero muy dentro sabía que no era así.

—Yo lo vi en mis sueños... —dije sin medir las consecuencias. Sabía que se aproximaba la tormenta.

—¡Evangeline! Hoy no, por favor, estamos desayunando —respondió mi padre alterado, doblando el periódico y colocándolo dentro de su maletín—. Deberías darle menos importancia a todo eso que sueñas. Incómodas a tu madre.

—Papá —replique—, si les digo esto es porque quizás son algunas señales y podrían ayudar...

—¡Evangeline, basta! —el grito de mi madre resonó en toda la casa, silenciando de inmediato las palabras en mi boca—. No puedes andar por allí diciendo esas cosas a la ligera. Es peligroso. Tu abuela tomó esa dirección y ya sabes las consecuencias.

Sin decir nada más, me levanté de la silla, despidiéndome con la excusa de que llegaría tarde a clases. No deseaba oír a mis padres negar la naturaleza de las visiones. Visiones que me acompañan desde que era una niña.

Mi abuela en el pasado, dedicó años de su vida investigando el ocultismo. Se obsesionó con todo lo referente al Infierno y a la reencarnación. Cosa que indignó a toda la familia. A menudo la llamaban loca en el pueblo, pero ella decía tener premoniciones. "Sus visiones eran verdaderas", según los relatos de mi abuelo.
Al poco tiempo de nacer, era evidente para todos que yo, sería "diferente" al resto, y esa situación terminó de desestabilizar la cordura de todos.

Un pequeño guardapelo con una piedra de Obsidiana en su interior, fue encontrado con una nota cerca del cuerpo sin vida de mi abuela. Su suicido fue escandaloso. Dos cortes limpios en las venas con un bisturí. Lo hizo en la habitación que compartía con el abuelo.
La nota decía lo siguiente:

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