Parte 31

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DARK
Percibía el miedo y la angustia de Neftaly, a pesar de que trataba de ocultarlo detrás de una sonrisa desagradable. Era evidente que Evangeline venía por ella. Todos en la sala lo sabían. Cuando uní mis lazos con la diosa de la violencia, mis peticiones eran claras. "No tocaría a Evangeline y menos en mi presencia". Y aun así, arrastro al infierno a Stephen. Sabiendo que eso desataría en Evangeline una gran violencia. Pero qué mejor manera de iniciar una guerra, que mostrar a su enemiga como una amenaza para todos mis hermanos. Aunque hay algo que se les ha olvidado a todos. Evangeline no sigue las reglas de este plano. Ella conseguirá salvarlo a cualquier costó. Así depende de su vida.
Y no pasó mucho tiempo para que lo demostrara.
Contemple desde mi trono como Neftaly caía de rodillas estremeciéndose de dolor; mientras un aura oscura cubría el cuerpo de Evangeline. Era su parte demoníaca haciéndose presente. Por sus venas corre la maldición. Una maldición a la que estoy ligado. Sentí que mi pecho se desgarraba con cada latido, y cada paso que di para intentar llegar a Evangeline era un resquemor creciente. Ella tenía razón. Nuestras almas siguen unidas. Y a través de nuestros lazos, se intercambia energía vital entre ambos. Debía detenerla o de lo contrario ella iba a morir.

—¡Para Evangeline! Estás muriendo —le rogué, escuchando al fondo los bramidos de Neftaly. No hubo respuesta. Había perdido el control del dominio y yo no podía mantenerme en pie.
¡Es poderosa! Más de lo que hubiera imaginado.

Descendí de rodillas y, en mi esfuerzo por tocarla, el aura me golpeó como si fuera un campo eléctrico impenetrable.

—No puedo perderte de nuevo. No lo soportaría —fue lo único que pude decir antes de que ella cayera a mi lado sin energías y apenas con pulso. Todo pasó tan rápido que no lograba comprenderlo.
Mis gritos dirigidos a Shae eran de desespero. "Sálvala" "No la dejes morir" Eran mis súplicas. Pero sabía la respuesta de mi hermana. No había nada que pudiéramos hacer. Su alma está quebrada. Una vez más, le quité la vida a quien amo. Ya no habría vuelta atrás. No hay otra oportunidad. Será como si nunca hubiera existido. Y estaba dispuesto a irme con ella. Aunque de eso dependiera la vida de cada hijo del hombre. Pues, una vez que yo no esté, se abrirá un portal de maldad pura. Sin nadie que controle a mis hermanos; el infierno se desatará en la tierra.

Evangeline se removió en mis brazos. Abrió los ojos y pude ver su hermoso color fuego destellando con resignación. De sus labios un susurro se oía. "Llévame a casa. Regrésame al lugar donde pertenezco". Dijo antes de caer inconsciente, estando a punto de morir. Sus palabras calaron en lo profundo de mi ser. Fue una promesa que le hice hace mucho tiempo atrás. Y la cumpliré.
¡No la perderé, no, nuevamente!

—¡Talana! ¡Te ordeno que te aparezcas ante mi presencia! —grité con una profunda voz desgarrando desde mi garganta. No pasó mucho tiempo para que la bruja se hiciera presente. Su mirada de tranquilidad me llenó de ira—. Maldita bruja, me prometiste protegerla a toda costa —le reproché.

Talana inmediatamente se inclinó ante mi cólera.
—Y así lo hice Lord —exclamó, posando su mirada en Eros, quien se encontraba a mi espalda con su expresión de inquietud. Detallando sus manos cubiertas de sangre oscura que procedía de Evangeline—¿Qué quieres decir? —exigí saber. Aun cuando la respuesta estaba más que clara para mí.

—¡Ahora ella me pertenece! —manifestó Eros moviéndose a mi lado sin verme a los ojos—. Evangeline hizo un trato conmigo —prosiguió—, su quebrada alma es mía...

No pude hablar. En realidad ninguno en la sala dijo algo. El silencio recorrió la estancia. Como si de el destino se tratara, Evangeline pasaría a ser de Eros. Cómo el principio de los tiempos. Cómo siempre debió ser. Pero en el rostro de mi hermano no hay satisfacción. Al contrario, solo tristeza resplandece en los ojos. Ella volverá, pero su parte humana no. Y a pesar de lo que ha dicho Eros anteriormente, eso era lo que él amaba de ella. La humanidad que él perdió desde la creación del mundo.

La tomé en mis brazos como si no quisiera soltarla jamás; —No me importa cómo regresarás. De lo único que estoy seguro, es que mi eternidad te pertenece, Lilith. Diosa del infierno. Tuya es esta creación. Vuelve a reclamar lo que te corresponde —le susurre en su oído. Y en ese momento oí el último suspiro.
Su vida se ha ido. Quedando en mis manos el broche que tiempo atrás le regalé.
Un dolor insoportable cruzó por mi pecho. Grité al sentir como su esencia salía del cuerpo, finalmente nuestro lazo se rompió. Mi dolor hizo resquebrajar paredes y techos. El piso tembló con fervor y los alaridos de los Helldog s, se escucharon a los lejos. La conmoción de los súbditos también se oyó a través de los ventanales.
Era el fin de su vida humana. Ya no habría más reencarnación.

Llore ante el castigo de mi padre. No me revelé por poder. ¡Mi rebelión fue por amor!
Ahora, la oscuridad se acerca. Y no me interpondré en su camino.

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