Parte 16

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DARK.

Eros, no es más que un rey sin tierras. Y siempre me ha culpado de eso.
Nuestra alianza se trata de un bien mutuo. Aunque él lo sigue negando, su interés por Evangeline ha trascendido la eternidad. Hasta el punto de querer —a su manera— una vida digna para ella.
Pero eso no lo hace bueno. Para nada. Sigue siendo una rata traidora que se va con el mejor postor. Y respecto a eso tengo leves sospechas de que él tiene algo que ver con las legiones. O por lo menos podría saber quién sí.

Me encuentro nuevamente en este estúpido salón. Donde admiré a Evangeline esa última vez. Han pasado semanas que parecen años. Y minutos que se sienten días.
Observé como Eros entraba marchando hacia mí con un arrebato de ira en la mirada. Me tomó por el cuello con una fuerza a la que no estoy acostumbrado y me alzó con violencia. Su rabia debe ser tanta que incrementó su dominio.

¿Qué demonio está pasando? Pensé desconcertado.

—¡Por el infierno! ¿Qué te pasa Eros? —pregunte, soltando con agresividad su agarre. Si hay una pelea entre los dos, él sabría el resultado. Creo que por eso ni lo intento.

—Fracturaste su alma —exclamó Eros cayendo descuidadamente en su trono. En su apagada expresión había sinceridad.

—¿Qué tontería estás diciendo? —le grité sintiendo palidecer. Me acerqué con frustración. Como si mi rabia cambiaría las palabras que manifestó.

—Una vez más cambiaste su destino —agregó con resignación—. Pensé que no ibas a empeorarlo. Pero lo hiciste.

—Eros... ¿De qué hablas? —seguía preguntando sin caer en sí.

—Hoy la vi. Ella sigue yendo a ese maldito lugar cada vez. Hablé con ella solo un poco antes de que me diera su mano. Y allí la sentí Dark. Su alma se fracturó cuando rompiste el vínculo. Evangeline... Está muriendo. Y esta vez no regresará.

Di un paso atrás por impresión.

—Ella no va a reencarnar si muere con el alma fracturada —dije entre murmullos.

—Talana te lo advirtió. No debías jugar nuevamente con el destino Dark.

—Pero no tenía opción. Mientras ella se mantuviera unida a mí, cualquier demonio podría rastrearla. Corría peligro cada día de su vida. Ya no podía seguir haciéndole eso.

—Eso no te correspondía a ti —exclamó Eros levantándose de la silla con rabia. Volviendo los ojos completamente negros haciendo brotar la oscuridad de sus venas. Dejándose llevar por sus sentimientos. Algo que nunca había visto en él.

—Cuál sea tu problema te pido... No. ¡Te ordeno! que bajes el tono de tu actitud —hable con serenidad—. Lo menos que necesito es una rebelión de tu parte.

—¿O qué? Lucifer... —las palabras de Eros serpenteaba en su lengua— ¿No te gusta que te llamen así verdad? ¿Por qué será? Lucero de la mañana. Será porque en realidad sigues usurpando su lugar. No era tuya la oscuridad y aún así la tomaste. Quizás el reinado fuera más próspero si le perteneciera a su legítimo gobernante.

—Cuida tus palabras Eros. No quiero manchar el blanco mármol con tu negra sangre —lo que le decía era una seria advertencia.

—Hazlo. Mátame —indicó volviendo a caer en el incómodo trono. Los harapos que llevaba puesto llegaban al suelo. Y en la parte de abajo había barro acumulado. Seguramente volvió por Paradise caminando. Eso demuestra su mal estado—. Quizás deberías hacerlo. Ya sabes, lo de acabar conmigo. Así mis súbditos se irían con las legiones. Y sabemos que le temes a las legiones tanto como nosotros. Aunque intentes esconderlo detrás de esa fachada.

—Temo lo que nuestro hermano Gabrielle haría. Tú sabes lo que algunos Helldog's pueden hacerle a una aldea. Imagínate cientos de miles de ellos sueltos por el plano de los hijos del hombre. No dejarán nada que reclamar. Ni siquiera tus anheladas tierras.

Eros bufo y luego prosiguió: —Y si ella muere, ¿de qué sirve quedarse en este aburrido mundo? He disfrutado sus creaciones por milenios. Con cada cuerpo que vestía en su reencarnar, siempre había arte en sus manos. La creación corre en sus venas.
¡Esperaba con ansias su renacimiento y sufría en silencio su partida! —suspiró moviéndose intranquilo—. Debo admitir, Lucifer, que nunca me interesó tus sentimientos por ella. Porque lo que hay en mí no sé si compararlo al amor. Claramente, puedo estar sin verla. Seguir viviendo por la eternidad con tranquilidad. El problema es que no quiero. No quiero despertar un día y pensar que su mirada ya no vera el mundo con fascinación —los ojos de Eros volvieron a su azul. Un azul tan claro que fluía como el agua. Es evidente que lo que dice "no sentir" por Evangeline va más allá de un simple capricho.

—No dejaré que nada le pase. Iré a buscarla y la llevaré a donde Talana. Ella tendrá la solución —exclamé. Eros me contempló por un momento. Solo serían segundos para que se diera cuenta de mi verdadera intención.

Por otro lado, sentía como Evangeline se alojaba en un pequeño rincón de mi mente. Deslice una sonrisa a la nada.
¡Ella está utilizando su dominio!
Admito que me causa sorpresa el hecho de que recordó todo. Y más aún, ¿cómo le fue posible dominar tan rápido el poder?

"Quédate donde te encuentras. Te buscaré", dije en mi mente antes de cortar la unión del dominio. Lo que Eros dirá a continuación no puede ser escuchado por nadie más aparte de nosotros. Evangeline lo entenderá luego.

—Lo sabías, ¿verdad? —inquirió Eros con acusación—. Sabías que podía pasar esto y por eso te apuraste a concretar la unión con el segundo reino más poderoso.
¿Entregarás tu alma a cambio de que ella viva?
¿Cómo es posible que el gran Lucifer acepte su final con tanta tranquilidad?—habló borrando toda expresión de su rostro— Siempre actuando sin pensarlo, hermano. Tu ruina será la nuestra.

—En eso te equivocas —añadí arreglando el cuello de mi chaqueta—. Desde el principio de los tiempos supe que mi final llegaría para salvarla.

—En todo caso ella fue quien te maldijo. Es ella quien debe salvarte a ti.

—Te puedo asegurar que desde hace mucho tiempo lo hizo. Así que debo regresarle el favor. Ahora si me disculpas debo irme —comenté con una gran sonrisa—. Tengo una cita con mi destino...

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