Parte 7

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La única ocasión en la que vi a mi padre tan molesto, tenía doce años. Aquel día, perdí una apuesta con Isabel, y su penitencia fue darle un beso a Stephen. Mientras yo acercaba mi boca a la suya, Isabel reía sin cesar, pero no por el hecho de besarlo a él, sino porque Steve temblaba pálido como una hoja. Desde el balcón de la habitación, mi padre observó lo que ocurría, bajando rápidamente para reprender con palabras.
Su mal humor duró aproximadamente una semana. Una semana en la que Steve no le fue permitido jugar conmigo.

—No te preocupes, papá, al final todo salió bien —dije desde la parte trasera del auto de regreso a casa.

—¡Ese premio era tuyo! —replicó enojado—. Mañana haré un reportaje quejándome del mal manejo de la Universidad en estos concursos.

—¡Ni se te ocurra! —exclamó mi madre en el asiento del copiloto, fulminando con la mirada a papá—. Evangeline no ganó, pero ese joven muchacho, ¿cuál es su nombre?.

—Eros... —respondí inmediatamente.

—Sí, Eros. Él fue muy considerado con la cantidad que pagó por el cuadro. Eso es suficiente para cubrir la matrícula completa, y algunos otros gastos. No quiero enterarme en la editorial de que te estás quejando.

Mi padre cerró la boca de golpe. Sabía que si mi madre se molestaba sería un verdadero problema para él.
Y si, realmente Eros fue muy considerado. A pesar de no ganar el concurso se llevó la pintura como "premio", esas fueron sus palabras. Me preocupaba saber lo que pensaría Dark al verlo.
Según lo dicho por Eros, posiblemente Dark hará temblar el infierno desde los cimientos al ver su retrato, pero no detalló si sería de felicidad o rabia, aunque me inclino por la segunda opción.

—Déjame aquí, papá, por favor —le dije al pasar por la entrada del pueblo. A las afueras se encontraba la casa de Stephen, no muy lejos.

—¿Irás a buscar a Stephen? —inquirió mi madre, entre tanto, mi papá me observaba con los ojos entrecerrados por el retrovisor.

—Sí. Y deja de mirarme así, papá, no haremos nada.

Papá se detuvo murmurando entre dientes, baje del vehículo y al despedirme aún me miraba con desconfianza.

Mientras caminaba reflexionaba sobre las últimas semanas y en lo difícil que ha sido procesarlo. Mi cumpleaños número dieciocho se aproxima y ese día habrá luna nueva. Posiblemente, podré ver quien se llevó a Liam, luego investigaré qué le ocurre a Isabel, ella no se perdería jamás un evento tan importante como el de hoy, siempre ha estado para apoyarme.

—¿Evangeline? —La voz de Stephen provino desde la terraza de su casa, lo miré e hice un gesto para que bajara.

La casa de Stephen es espléndida, lo bastante moderna para el pueblo donde vivimos, elegante y espaciosa. Y en su entrada, una puerta doble de madera tallada delicadamente a la perfección con un árbol cuyo origen no he podido identificar. Sus enredaderas caen al suelo formando una cortina de flores algo inusual ¡Es preciosa!. Dentro, el buen gusto se ve a kilómetros. En medio de la sala, dos muebles color crema se posan alrededor de una mesa redonda de cristal y encima, un florero con rosas blancas que le da un toque íntimo al ambiente. Sus majestuosos techos se alzan unos siete u ocho metros por encima de mí, y justo en el medio, el candelabro más grande que he visto en mi vida, sus gotas de cristal parecen copos de nieve en una mañana de sol brillante, juraría que se mueven cayendo en forma de lluvia. Desde niña suelo quedar embelesada con su esplendor cada vez que lo veo.

Stephen, estaba de pie junto a la puerta con un pijama verde con la palabra "California" en su pecho, y sus cabellos desordenados pegados a su frente. Indicios de que se encontraba en cama. Al verme, su boca se curvó en una sonrisa. Pero no era la sonrisa especial con la que siempre me recibe.

CLARO DE LUNA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora