Parte 21

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EVANGELINE.

El reino de Melior era tal y como me lo presentía. ¡Un circo en carnaval! O por lo menos así lo imaginaba. Las extrañas "personas" que pasan a nuestro lado tienen diferentes aspectos, algunos más raros que otros. Sin contar con las vestiduras coloridas que todos usan.

El gran callejón al que salimos aparenta ser una especie de mercado negro. Mesas a ambos lados con singulares objetos. Las innumerables voces llenan todo el lugar. Oigo algunos idiomas difíciles de comprender.

Un par de rechonchos duendes de ropa sucia de color rojo y azul, llamo mi atención. Sus rostros grises y arrugados los hacen parecer enojados. Observan a todas partes con sospecha. Parecen estar esperando a alguien. Detalle lo que había en su mesa. Frascos de cristal llenos de líquido transparente. Y en su interior contienen fragmentos de lo que parecen ser huesos humanos. Aviste detalladamente las vasijas más grandes. Y lo que vi en ellos heló mi sangre por completo. Eran cabezas de niños de distintas edades. Tan blancas, que debían estar allí por mucho tiempo. Sentí ganas de vomitar, paralizándome por completo.
Pero, ¿qué demonio?...
Dark me jalo por el brazo para evitar que me detuviera. Sugiriendo que guardara la calma.
¿Calma? Pensé. Definitivamente, esto no es un maldito circo.

—Esas cabezas son... ¿Humanas?

—Lo son. Parte de los sacrificios que hacen los hijos del hombre con demonios para obtener lo que desean en vida —quedé estupefacta.

—¡Qué horror!

—Evangeline, estamos en el infierno. No hay nada que pueda hacer para evitar esa clase de cosas. Son los humanos quienes dan el primer paso para estos horrores... Casi siempre.

—¿Qué clase de lugar es este? ¿Y qué cosa son esos seres? —indagué confundida. Asimilando la información, mientras continuamos caminando entre la multitud.

—Este es el mercado de las almas. Es un lugar de intercambio para demonios y súbditos. Aquí puedes conseguir casi cualquier cosa que necesites —exclamó Dark—. Y los seres que viste allá atrás son Bugles. Pertenecen al Fifth Ring. El reino de la ira y la pereza. La casa de mi hermano Belfegor. Es fácil identificarlos además del color de su vestimenta. Se caracterizan por su rostro amargado y el pobre tamaño de sus extremidades. Esto se debe a que les cuesta tanto levantarse, que pasan cientos de años en la misma posición. Haciendo que se escoja toda su piel y sus huesos se contraigan. Al morir alguno de ellos, sus huesos sirven como amuletos para diferentes hechizos de protección. Claro pagando un alto costo, por supuesto.

—¿Costo? ¿Hablas de dinero?

—No. Algo tan vulgar como el dinero mundano no sirve en el averno. Los intercambios mayoritarios suceden por información.

—¿Informacion? ¿Qué costo tendría un hueso de esos? —entre más sabia de este lugar; morir no me parecía tan mala idea.

—Cálmate. A eso voy —Dark me guiño el ojo con un aire misterioso—. ¿Ves a la mujer vestida de azul en la esquina de aquella mesa? —señalo a una mujer de apariencia  flaca, con el cuello largo y mentón levantando. Su largo vestido, a pesar de que la tela se arrastraba por el suelo, lucía impecable. Ella observaba detenidamente el puesto de los Bugles. Dudando en caminar hacia ellos. Entre tanto se decidía, esperaba al lado de una mesa que estaba cubierta de diferentes tipos de animales humanoides disecados. En el que un ser gordo de larga chiva y pequeños cuernos, devoraba lo que parecía ser carne cruda.

—La veo. Pertenece a la casa de Eros, ¿cierto?

—¡Qué observadora! —inquirió Dark— Sí. Es uno de sus súbditos.

—¿Qué hace aquí? ¿Cómo puede cruzar los reinos?

—Verás. El mercado de las almas es un lugar neutro. Donde súbditos y demonios de todos los reinos pueden venir sin dar explicaciones. Pero las calles son peligrosas. Todos te observan. Ese es el negocio. Y en este caso, esa mujer es un peligro para nosotros. Una espía de Eros —Dark me tomó por el brazo y me jalo hacia un angosto pasillo. Quedamos frente a frente los dos, tratando de ocultarnos. Mis mejillas se sonrojaron al sentir la proximidad.
¿Por qué tiene que pasarme esto? Ni siquiera me he recuperado de los nervios de hace unos minutos. Estuve tan cerca de besarlo que no pensé en nada más.

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