Parte 24

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"Deben olvidar todo lo que saben de la religión en tu mundo actual. Todo fue inventado por el hijo del hombre"
Melior.

EVANGELINE.

—Eres una mujer inteligente, Evangeline" —expresó Talana al momento de entrar al salón. Ella permanecía frente al trono de Eros, sintiéndose dueña y señora del lugar. "El poder está en el saber", suele decir él. Y cuánta razón tiene. Dado que, sin duda, esta mujer junto a mí, me lleva una gran ventaja—. Hace un tiempo cuando te vi acceder en este salón con el vestido negro y frente en alto, lo supe. Estás enredada en la telaraña de ellos y no lo sabías. Pero aun así fuiste cuidadosa. Te fuiste metiendo en la mente de todos jugando ese juego retorcido de no saber quién eres. Cuando la realidad es otra... —escuche a la bruja detenidamente, oteando alrededor en busca de Eros—. Puedes hablar con libertad. Lord Eros prefiere no estar presente. Lo llamó un... "Horrible evento que no desea recordar". Y luego se esfumó.

La bruja no mentía. No había nadie más aparte de ella y yo.

—No sé de qué hablas —agarré la botella que Eros había dejado destapada en la mesa y tomé un largo trago. El amargo sabor del whisky era mejor que la presión alojada en el pecho—. No sé quién soy... —repliqué.

—En eso te equivocas. Si lo sabes. Los sueños te lo han mostrado.

—¿Sueños? No son más que imágenes sin sentido.

—No lo son —hablo la bruja lentamente.

—Deja el puto juego —lancé la botella con frustración muy lejos— ¿Que me costara la información?

Talana me observó detenidamente. Analizando mis movimientos inquietos.
—Digamos que el guardapelo cubre este intercambio —pensé en lo valioso que debe ser ese amuleto para ella. Se acercó tocando mi frente con sus dedos—. Debo advertirte. Lo que verás pertenece a tus recuerdos pasados. Observarás todo como una espectadora. Puede que sientas ciertas sensaciones. Pero en realidad no estarás allí. No te harás daños. Y Evangeline, puede que lo que contemples no sea lo que esperabas —la risa malvada de Talana fue lo que quedó en mi mente, antes de que todo alrededor se distorsionara.

Estoy en tierras lejanas. Un paraje de ensueño. Un paraíso conocido. El agua del riachuelo corre por mis pies y puedo sentirla pasar a través de los dedos. No es fría. Tampoco caliente. Se encuentra a mi temperatura corporal. El aire me roza con calma, mientras mueve algunos mechones sueltos de mis cabellos. Y a pesar de que el sol se encuentra en lo más alto, los rayos de luz no quemaban mi piel desnuda. ¡Sí! Desnuda. No tengo ropa. Las abejas zumban cerca del oído silenciando mis nervios con su sonido apacible. Ya me había visto aquí. Esto ya lo he vivido.
Salí del agua y marché hasta el gran sauce ubicado a unos cuantos metros. Sus ramas caían al suelo haciendo una clase de velo color verde vivaz. Tan parecido al sello de la familia Miller, que tuve escalofríos al verlo. Voces indistintas provenían de ese lugar. Quise saber de qué se trataba, así que di algunos pasos con cautela.

Cuando lo pude entender, me di cuenta de mi posición.

Mis recuerdos eran un holograma. Podía verme sentada en el tronco del árbol. Mi desnudez parece no ser problema para las texturas que me rodean. Me veo inquieta, moviendo las manos con nerviosismo. Esperando con ansias. Pensé que quien aparecería debajo de ese árbol sería Dark. Pero no fue así. Fue Eros quien llegó. Él también estaba desnudo, sin vergüenza de mostrarse. Traía un libro en sus manos color negro. Detallando mejor, podía ver que se trataba de Obsidiana. Una portada de piedra dura y lisa de obsidiana.

—¿Qué haremos con esto? —preguntó Eros entregándome el libro.

—¡Cambiaremos el cruel destino de la humanidad! —dije con firmeza.

CLARO DE LUNA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora