Parte 25

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Una vez que Dark se marchó, caí de rodillas al suelo. Las voces que alguna vez escuche en mi cabeza, retornaron. Los gritos de agonía salían de mi boca tan fuerte, que desgarraban la garganta sin piedad. Talana me dio a tomar del líquido negruzco que hace unos momentos traía en sus manos. Su desagradable sabor hizo que vomitara inmediatamente. Mi mente accedía una y otra vez al pasado. Fragmentos de recuerdos olvidados llegaban con rapidez. Estaba sufriendo.

—Tómelo, por favor —suplicaba Talana— es la única manera que regrese al presente.
Agarre el franco y bebí del líquido. Su olor se asemejaba al de la sangre. Y su agrio sabor no tenía comparación con nada que hubiera tomado en mi vida. Cuando sentí que tomé lo suficiente alejé el frasco.

Observé como la entrada del salón se volvía a abrir. Esta vez, Isabel surgió con una expresión desencajada. Ella no tenía idea de lo que pasaba. Pero no vacilo en correr a mi encuentro empujando a la bruja de un manotazo para alejarla. Quise reír por la cara de confusión que colocó Talana, pero no tenía las fuerzas necesarias.

—Tardará un momento en volver —le indicó la bruja a Isabel.

—¿Qué le pasó? —examinaba está alterada. Talana no contestó—. Dime maldita bruja, ¿qué le hiciste? —gritaba Isa sin moverse de mi lado.

—Estoy bien Isa —susurré. A pesar de que aún me dolía la cabeza, las voces callaron. Con su ayuda me puse de pie, e inmediatamente Talana habló.

—Lilith. Diosa del infierno —exclamó inclinándose en reverencia. Isabel se sorprendió, pero yo no lo hice. Talana se acercó y me hizo tomar el líquido dorado. Se deslizó por la garganta, calmando el dolor y quitando el mal sabor de la boca.

—Gracias —exclame.

—¿Lilith? —Isabel dio un paso atrás— ¿café que hablan?

—Deben salir de aquí —departió Talana—. Las legiones se percataron de donde se encuentra y vienen en camino.

—¿Qué? —Isabel insistía.

—Prometo que te lo contaré —le dije para calmar sus nervios que ya eran evidentes—¿Puedes llevarnos a un lugar seguro? —pregunté a Talana. Ella asintió ofreciéndonos sus manos. Isabel lucía desconfiada al tomarla—. ¡Hazlo! —indiqué.

No transcurrieron ni tres segundos cuando percibí el vacío en el estómago. Todo se volvió negro y lo próximo a sentir fue el golpe en la espalda al caer. Jamás me acostumbraré a esto. Arribamos a una vieja casucha de madera con estanterías llenas de frascos de cristal de todos tamaño. En el medio, había una mesa cubierta por diferentes hierbas aromáticas. No había cama. Ni muebles. Nada que ver con la comodidad del palacio de Eros. Pero había un olor que claramente reconocía. Miel... Isabel se sentó en el suelo mientras Talana preparaba algunos ingredientes en la mesa con cuidado.

—Perdone lo poco —manifestó la bruja amablemente.

—¿Dónde estamos? ¿Y por qué hace tanto frío? —pregunte levantándome.

—Estamos a las afueras del Ninth Ring.

—El noveno círculo. Traición —murmuró Isabel uniéndose—. Estas son las tierras de Dark.

—No es así... —interrumpió Talana—. Son tierras saladas.

—¿Las tierras saladas? ¿Por qué nos trajiste aquí? —inquirí.

—Debido a que son sus dominios, lady Lilith.
La contemplé con sorpresa.

—Eso no puede ser posible. Melior me dijo que estas tierras están minadas de espectros de la niebla. Ni siquiera los demonios los pueden dominar —Isabel lucia tan sorprendida como yo.

—Eso es porque esperan a su verdadero gobernante —Talana me admiró detenidamente.

—Talana ¿Qué es lo que quieres? —pregunte con curiosidad— Es claro que has notado que no sé nada relacionado con el infierno. Estoy en desventaja frente a ti. Y aun así me ayudas. ¿Por qué?
La bruja me dedicó media sonrisa. Podía notar la tristeza detrás de su fachada, por más que me lo ocultara.

—Alguna vez fui humana con talentos curativos —agregó Talana colocando las hierbas dentro de una cazuela de metal—. Ayudaba a cualquiera que lo necesitara. Y por ese motivo fui quemada en la hoguera, al igual que muchas jóvenes que fueron acusadas de brujería. En su mayoría niñas inocentes que no tenían culpa de nada —bajo la mirada para que no viéramos la humedad en sus ojos—. Sé lo que se siente ser castigada por querer hacer el bien, Lady Lilith.

—¿La casa de bruja de Salem? —consultó Isabel. Talana la divisó y asintió— ¡Por Dios!

—¿Dios? Ja, ja —dijo Talana amargamente—. Si fue en nombre de Dios que nos persiguieron, torturaron y quemaron.

—Lo siento, Talana —expresé con pesar—. Pero no me has dicho que es lo que quieres —cuestioné.

—Estaré a su lado y la apoyaré en la decisión que usted tome —repuso—. A cambio necesito que acabe con el demonio responsable de esa matanza.

—¿Pero cómo? —hablo Isabel.

—A lo largo de milenios los demonios le han susurrado a personas poderosas en tu plano. Más que todo a fanáticos religiosos, que son marionetas. Eso les ha dado el poder de esparcir la violencia entre los hijos del hombre.. Basta con un susurro incluso para arrasar con civilizaciones enteras. Como lo fue en la cacería de bruja.

—Por algo dicen que nadie ha enviado tantas almas al infierno como la iglesia —añadió Isabel.

—¿De qué demonios estamos hablando, Talana? —sentí temor por el nombre que diría la bruja.

—La reina de la violencia —anunció asqueada— ¡Neftaly!...

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