Parte 18

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DARK

Siempre he sido bueno leyendo las emociones de las personas. Pero con Evangeline todo es diferente. Nunca sé qué piensa tampoco lo que saldrá de su boca. No es tonta. Me estudia tanto como yo a ella. Sacando cada pedazo de información sin forzarlo. Cada vez que me encuentro cerca debo cuidar mis palabras. Aunque pareciera que no me prestara atención, es todo lo contrario.
De pie frente a mí y mientras habla de su abuela, no puedo evitar pensar en la forma minuciosa en la que hace las preguntas. No me culpo de un hecho en sí. Ella mantiene la duda y antes de acusarme prefiere preguntar. Es sorprendente. Parte de su naturaleza. Fue creada con la compresión necesaria para evitar enfrentamientos, pero me temo que la táctica no siempre le servirá.
Lo que me sorprende, es que por fin su madre se dignó hablarle de mí. La pregunta es, ¿qué fue lo que le dijo realmente?

—¿Por qué a Lucifer le interesa una simple humana? —la curiosidad de Evangeline iluminó su rostro. Esperando atenta a mi respuesta. "No eres cualquier humana", quise decirle, pero mi deseo de protegerla vale más que la verdad.

—Eso pasó hace muchas vidas atrás —contesté mirando a otro lugar—. Ni siquiera recuerdo el origen. Ya no tiene importancia —¿por qué insisto en mentirle? Si ella sabe que no me es indiferente.

—Mmm. Tienes razón. Ya no importa —indicó insatisfecha—. Entonces, si no eres quien tiene el alma de mi abuela, ¿quién sí? Porque mi madre dijo que escucho a mi abuela hablando contigo sobre los pactos.

—Al contrario de lo que digan. El diablo no siempre lo sabe todo.

—¿Eso qué quiere decir Dark?

—Te puedo asegurar que no fui yo. Pero no podría decirte quién exactamente pactó con tu abuela. Cada demonio mayor tiene derecho a pactar con los hijos del hombre sin darme explicaciones —exclamé—. Si el guardapelo fue a cambio de su alma, déjame decirte que es prácticamente un regalo. Un amuleto como ese lleva miles de años de trabajo. No cualquiera se desharía de él por un precio tan bajo —las últimas palabras debía decirlas en mi mente.

—¿Poco valor? —manifestó Evangeline cambiando su elocución, arrugando la nariz con molestia—. ¿La vida de mi abuela te parece de poco valor?

—No. No entiendes —intenté acercarme, pero esto pareció molestarla más—. No quise decir el alma de tu abuela. Lo digo en general. Evangeline en el infierno, las almas van y vienen como un juego macabro sin fin. Solo es... Combustible para los demonios.

—¿Qué dijiste? —preguntó ella genuinamente sorprendida, levantándose de la cama. Pero en ese momento la madre de Evangeline entró al cuarto sin tocar. Silenciando a todos al instante.
Puedo percibir su preocupación. Ella tiene miedo, aunque intente disimular la angustia.

—¿Mamá? ¿Qué pasa? —exclamó Evangeline recogiendo su cabello en una cola. Dejando caer algunos mechones en su hermoso rostro. Isabel entró desde la terraza caminando con la mayor naturalidad. Como si solo estuviera tomando aire.

—Quería saber si Isabel se iba a quedar. Su madre llamó hace unos minutos —comentó la mujer. No podía entender por qué siendo tan joven le cayeran los años de esta manera. Las ojeras eran visibles junto a las arrugas de un rostro cansado.

¿Qué secretos ocultas que le temes tanto a mi presencia, mujer?

—Sí señora Merian. Me quedaré hoy con Evangeline —añadió Isabel con una pizca de brillo en sus ojos. Entre tanto, Melior no se separa de su lado. No hay duda de la vibra que crece entre ellos.
Es interesante, debo admitirlo. El alma de Isabel debería estar más inclinada hacia el conocimiento de Eros. Y no a los bajos instintos de Melior.

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