Parte 10

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La primera vez que comprendí que mis pesadillas eran más que eso, fue la siguiente luna nueva después de mi cumpleaños número seis. En ese sueño recuerdo ver a un hombre de unos ochenta años tirado en el piso con un golpe en la cabeza. Sus canas estaban cubiertas de sangre, y su cuerpo se encontraba boca arriba, tan pálido que sentí terror. Para cualquier persona es una horrible escena. Imaginen para una niña que apenas comenzaba a razonar sobre la vida.
Cuando desperté esa noche, había mojado mi cama del miedo. Los gritos levantaron a mis padres y luego de contarles la pesadilla, inmediatamente cambiaron su semblante. Aunque en el momento no comprendí el porqué de su expresión, al día siguiente escuché lo ocurrido. El Sr. Milton, dueño de la única panadería del pueblo, había muerto desangrado en su baño esa misma noche. Su hijo Milton. Jr fue quien lo encontró. Según los relatos de los presentes en su velorio, parece que se resbaló cuando salió de la ducha, golpeando su cabeza en la bañera. Su muerte fue instantánea.
Luego de ese día, temí cada noche sin luna. Muchas veces me desvele para no tener que ver algo así jamás. Sin embargo, fue inútil. Bastaba solo unos segundo en sueño profundo para que aparecieran las visiones. Y todas terminan con el mismo desenlace. Muerte...

◆ ◆ ◆

Después de regresar de casa de Stephen me dispuse a tomar un baño, donde en la relajación del agua evocaba en la mente, su olor, su aliento y sus ojos suplicando por más. Haciendo encender mis ganas de tenerlo aquí en ese momento. Al salir, miré el reloj de la mesa que marcaba las 11:20 pm. Por suerte Steve me trajo a tiempo. Cuando se estacionó frente a la casa, ya mi padre estaba afuera dispuesto a buscarme. Sus palabras fueron, "mientras vivas aquí, hay que cumplir las reglas". Típico de todos los padres.

Y ahora, tumbada en la cama, miro al techo, vagando en mis pensamientos. Tocando el guardapelo y sintiendo el ligero golpeteo que produce en mi corazón. La habitación se encuentra oscura, solo el resplandor de las luces de afuera se cuela por las ventanas abiertas del balcón. Las cortinas apenas se movían, pues el calor del verano absorbía toda brisa del ambiente.
Intenté colocar la mente en blanco, cerrando los  ojos. Lo que vendría a continuación sería una inminente pesadilla. Pero el golpeteo de la puerta interrumpió mi "descanso".

—¿Hija, aún estás despierta? —preguntó mi madre, y antes de que respondiera su pregunta, entro a la habitación prendiendo la luz—. Todavía falta un regalo —exclamó al sentarse en la cama entregándome una pequeña caja de metal liso, color dorada.

—¿Qué es? —pregunté curiosa.

—Supongo que es el estuche de tu guardapelos. Cuando tu abuelo murió, pidió explícitamente en su testamento que te la entregarán en tu cumpleaños número dieciocho.

—¿Mi abuelo? —pregunté confundida.

—Sí —respondió sin importancia, encogiendo sus hombros.

—¿Y por qué no hacerlo antes? No entiendo...

—Evangeline. Solo es una caja que ni siquiera vas a utilizar. No le des más vuelta al asunto —se levantó y se dirigió a la salida.

—Mamá, ¿no crees que deberías hablarme más del pasado de mi abuela?, así entendería un poc...

—¡No hay nada que contar! Sabes tanto como yo. No pierdas tu tiempo aferrándote al pasado. Déjalo ir.

Que fácil decirlo. Cuando hay Demonios y criaturas horribles a mi espalda.
Salió de la habitación dejando más preguntas que respuestas. Qué difícil es hacer que hable.

Miré por unos minutos el cofre en mi mano. Al abrirlo me fijé en su interior de terciopelo color rojo y en el medio la cuenca vacía donde se supone que va el guardapelo. Sin inscripciones, sin detalles, sin nada que me indicara si era especial de alguna forma.
Pero la pregunta seguía en la cabeza. ¿Por qué tardaron tanto en entregarlo? ¿Por qué en mi cumpleaños dieciocho? Añadiendo otra cosa sin sentido en la lista mental.
Me volví a tumbar en la cama colocando el estuche encima del pecho. De inmediato, la Obsidiana comenzó a producir leves vibraciones. Me reincorporé velozmente.

CLARO DE LUNA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora