León
Después de que mi abuela me contara el incidente de la fogata hablé por primera vez con la señora Matilde, una pieza clave de mi misión. Era una mujer gordita, de cabello largo, abundante y rizado. Sus ojos eran grandes y expresivos, y su voz calmada, agradable como un campo de flores. Al verla me sorprendió que fuera la madre de David. Creí que sería estirada y de mal carácter como la madrastra de cenicienta, en lugar de una mujer que irradiaba paz. Claro que las primeras impresiones no lo son todo, aún tenía mucho que averiguar sobre ella.
Durante la charla me contuve para no preguntar de inmediato sobre su relación con mi mamá. Tenía que esperar el momento adecuado, y mientras llegaba decidí ocupar mi atención en otras cosas, como recorrer la ciudad.
Al día siguiente salí a pasear por el centro en busca de librerías. Es un día que nunca olvidaré.
◇◆◇◆◇
Me causa gracia cuando estoy muy contento sin razón aparente, como si en realidad pudiera ser feliz existiendo y ya está. La tarde de mi primer martes en Tuxtepec me sentía así, con una vibra especial recorriendo mi cuerpo y la letra de una canción en la cabeza. Creo que era «Island in the sun», aunque bien podría haber sido una de Chayanne... o Emmanuel, o Luis Miguel, o Katy Perry... o Britney Spears... ¿o Avril Lavigne...? El caso es que estaba feliz y no necesitaba saber la razón por la que me sentía así, aunque una parte de mi cerebro quisiera descubrirlo.
El sol pegaba muchísimo y las flores y las paredes amarillas resplandecían. Salí de casa de la abuela silbando esa canción que no recuerdo.
Al acercarme a la entrada vi a David. Mi alegría desapareció cuando noté la manera en la que caminaba, a grandes zancadas y con la vista en el suelo. Pasó a mi lado sin decir palabra y subió las escaleras con más agresividad que el día anterior, como si tratara de romperlas.
Desde el patio vi como David buscaba en su mochila la llave para entrar. Movía la mano con desesperación, susurrando cosas que yo no llegaba a entender. Luego, se agachó vaciando el contenido de la mochila, sin encontrar la llave. Soltó una maldición, se levantó para darle de golpes a la puerta y después trató de forzar la manija. Lo último me impulsó a subir las escaleras. Para cuando llegué a su lado sus intentos se detuvieron y su pecho subía y bajaba de forma evidente. Sus ojos estaban fijos en la puerta, y sus manos se apretaban en puños.
Parecía tan alterado que en lugar de preguntar algo de respuesta obvia cómo «¿estás bien?», o «¿Qué pasó?» decidí decir algo que pudiera ayudar.
—David, mi abuela está en su casa ahora mismo ¿quieres que le pregunte si tiene una copia de tu llave?
—No la tiene.
—¿Estás seguro? Tal vez ya mandó a hacer una y no te has enterado.
—No tiene ninguna copia, sale caro reproducir ese diseño y por eso me dijeron que la cuidara bien —respondió con más irritación en la voz.
Guardé silencio un momento.
—¿A qué hora llega tu madre?
—No lo sé.
—Bueno... si quieres puedes quedarte en la casa de mi abuela, en lo que llega.
—Déjame solo.
Quise decir algo más, pero me contuve.
—Está bien —dije antes de bajar las escaleras.
◇◆◇◆◇
Gracias por leer.
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Motas de polvo en la historia del mundo
Teen Fiction¿Qué se hace cuando tu vida no es lo que quisieras que fuera? ¿Qué se hace cuando eres incapaz de cambiarla? *** David es un adolescente que lleva una existencia bastante aburrida. Es la única persona de su edad en el barrio donde vive, detesta la...