Capítulo 15

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David

El primer día de vacaciones le pregunté a mi madre si podía ir al cine con León, delante de él y doña Fina. Lo hice así para que le resultara difícil negarse. Ella era temerosa por naturaleza, y aunque León era nieto de doña Fina y parecía simpático e inofensivo, existía la remota posibilidad de que le asustara nuestra salida. Yo tampoco era la persona más temeraria del mundo, con eso de que vivía en México y me gustaba ver videos de asesinos seriales, pero siempre me costó creer que pudiera morir joven, y, además, estaba tal vez demasiado confiado en que León era un tipo decente.

Esperé con expectación su respuesta y relajé mis hombros cuando ella me dijo que sí con una sonrisa, tal vez escondiendo sus preocupaciones en su interior.

Como León y yo éramos medio impulsivos nos pusimos la ropa de calle en menos de cinco minutos y salimos esa misma tarde. Antes de irnos, mi madre me dio dinero para el cine, aunque yo insistí en que podía pagar mi propio boleto. Doña Fina hizo lo mismo con León, y nos alcanzó para comprarnos nachos y refrescos. Todo suena muy lindo, pero al principio yo estaba bastante acalorado por la vergüenza y los nervios. La primera vez que estuve solo con León ni siquiera lo quería cerca, mientras que en el cine sentí que...no sé...que existía una forma correcta de salir con un amigo y yo no sabía cuál era.

En la vecindad, León era el familiar de alguien con el que debía tratar, ahí solos, se suponía que éramos colegas o algo, y como tal tenía la responsabilidad de divertirlo. Así funcionaba con mis otros amigos, yo era el que tenía que hacer los comentarios chistosos, el que observaba, al que le pedían una tercera opinión si hacía falta. Era una especie de comodín, o una pequeña pieza que terminaba de completar el todo. No sabía cómo ser el amigo principal.

Por alguna razón sentí que si León la pasaba mal iba a ser por mi culpa.

Mi corazón latía tan rápido que temí que fuera a explotar y gotas de sudor frío resbalaron por mi frente.

«Quiero irme quiero irme quiero irme quiero irme»

—Oye David ¿quieres ver mi paso de balé ruso?

Imagina que alguien te cachetea con un pescado de la nada. Así me sentí yo.

—¿Qué?

—¡Mira esto! Sostenme nomás tantito las cosas —exclamó con ojos brillantes mientras me entregaba la bandeja con los refrescos y los nachos.

Se alejó un poco, se cruzó de brazos, se agachó y entonces comenzó a dar patadas intercalando las piernas, con la risa más estúpida y bobalicona que he escuchado en mi vida. Era obvio que le costaba y parecía que se iba a caer en cualquier momento. Un grupito de adolescentes que checaba la cartelera se rió de él, unos niños lo miraron hipnotizados, y algunos señores lo vieron con el ceño fruncido. Solo los que estaban en las filas para comprar comida y boletos se perdieron de ese insulto a la danza clásica.

Solté una carcajada y aparté la vista, muerto de vergüenza. Tenía ganas de gritar «¡no vengo con él!» pero primero debía dejar de reír.

¿Por qué me preocupé en primer lugar? León era el payaso favorito de Dios.

◇◆◇◆◇

Susurramos toda la película y al salir del cine continuamos con la plática. Para León parecía súper fácil estar conmigo, aunque daba por hecho que le resultaba fácil estar con cualquier persona. Lo envidié un poco, con seguridad él nunca tuvo que ser el amigo comodín.

Nos detuvimos en una librería y mientras León observaba libros que no iba a comprar, recordé que yo solo fui una vez al cine con mi viejo grupito. Estaba muy emocionado, aunque tratara de fingir lo contrario, y batallé un montón para escoger mi ropa. Al final estuve estresado toda la salida. No disfruté la película, ni las conversaciones, ni el ambiente ni nada. Al regresar a casa me sentí muy triste por haberla pasado tan mal con algo que debía ser divertido. Ese día volví a confirmar que de poco sirve tener buenas oportunidades si eres incapaz de disfrutarlas.

Motas de polvo en la historia del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora