León
—No. Toques. Eso. —dijo don Lupe justo cuando mis dedos se encontraban a milímetros de sus cajas, el primer día que fui a ayudarlo con su proyecto.
—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? ¡Pues porque son mis cosas chamaco pendejo! ¿Qué no te enseñaron en tu casa a no andar agarrando lo que no es tuyo?
—Pues enseñarme me enseñaron... —dije rascándome el cuello, sin saber cómo defenderme.
—Chamaco desvergonzado... Mira, por esta vez te lo voy a dejar pasar, pero donde te vuelva a cachar olvídate de que si las preguntas y tus chingaderas ¿oíste?
—Sí señor.
—No me digas señor.
—Sí, este...
—Lupe, dime Lupe nomás.
—¿Está seguro?
—Ya te dije que no soy un mono trajeado. Soy Lupe y ya.
◇◆◇◆◇
Ayudar a un señor un poco excéntrico en su proyecto artístico era justo lo que quería vivir durante mi verano de descubrimiento, solo que las mañanas de trabajo no fueron tan idílicas. Aunque el arte a simple vista pueda parecer mera pasión los procesos artísticos llegan a ser lentos, rutinarios, e incluso estresantes y aburridos, y a eso se sumaba la personalidad complicada de Lupe. A pesar de eso la emoción por ver el árbol terminado me ayudó a continuar.
En un principio solo iba a ayudar con sugerencias, pero me puse tan pesado con participar que Lupe acabó por darme tareas. Creo que pasó como una semana antes de que decidiera responder mis preguntas, ¿un día antes de que David saliera de vacaciones tal vez...?
Fue una mañana en la que antes de ponerme a trabajar Lupe me detuvo y me pidió que me sentara en la cocina. Me ofreció café y lo acepté, pese a que mi abuela me sirvió antes de salir (es muy difícil resistirse al café y a las cosas gratis). Preguntó si lo tomaba cargado, y ante mi negativa le echó más agua caliente a mi taza, la acercó a mis manos junto con una cuchara, y me dijo que si quería azúcar había un bote en la mesa. Dentro de todo tenía su lado amable.
Puso una expresión de disgusto al ver que le eché tres cucharadas de azúcar a mi bebida.
—Bien ¿sobre qué querías preguntarme?
Mi idea original era acercarme al tema de interés poco a poco, pero a esas alturas convenía ser directo.
—Sobre mi madre.
Él guardó silencio unos segundos antes de contestar.
—Yo no era cercano a la señorita Adela, así que no hay mucho que te pueda decir.
—No importa, cualquier cosa me sirve. Estoy tratando de averiguar quién era ella antes de ser mi madre. Verá...nunca me ha querido hablar de su infancia o adolescencia, de porqué nunca volvió a este lugar. Ni siquiera dejaba que mi abuela me contara nada, y por eso cualquier información que pueda darme sería de mucha utilidad.
—¿Tu madre sabe que estás aquí? —preguntó con cierto recelo después de otra pausa.
—Sabe que vine en busca de respuestas, y la verdad...parecía bastante resignada cuando le dije lo que quería hacer.
Siendo sincero estaba un poco enojado con mi madre, porque prefirió que yo averiguara todo por mi cuenta en lugar de hablar conmigo, pero sabía que era un sentimiento infantil. No estaba obligada a hablarme sobre un pasado que le incomodaba.
ESTÁS LEYENDO
Motas de polvo en la historia del mundo
Teen Fiction¿Qué se hace cuando tu vida no es lo que quisieras que fuera? ¿Qué se hace cuando eres incapaz de cambiarla? *** David es un adolescente que lleva una existencia bastante aburrida. Es la única persona de su edad en el barrio donde vive, detesta la...