Capítulo 34

43 10 13
                                    

David

A mis dieciséis años pensé que mi vida había terminado.

Sin embargo, la vida siguió.

Regresé a casa sintiéndome un robot oxidado.

En la entrada de su hogar doña Fina parecía esperarme. Se acercó y me dijo que mi madre iba a regresar tarde, y yo lo confirmé al ver un mensaje suyo en mi celular. Al levantar la vista noté que ella me miraba con cierta preocupación que disimulaba detrás de una sonrisa. Llegué a pensar que le pasó algo grave a alguno de mis abuelos, pero poco después descubrí que su angustia iba dirigida hacia mí ¿Tan mal me veía? ¿Qué había en mi cara, en mis ojos o en mi piel que delatara mi malestar?

Lo único que me quedaba claro era como me sentía; seco, simplemente seco. Me encontraba en ese momento en el que quieres llorar con todas tus fuerzas, porque sabes que eso te hará sentir mejor, pero estás vacío de lágrimas. Doña Fina me invitó a pasar a su casa y me sentó en su mesa sin que yo opusiera resistencia, o tuviera ganas de quejarme en mi cabeza. Incluso mi rabia desapareció. Ella me preguntó qué tenía sin que yo encontrara las palabras para explicarme, y cuando me preguntó si quería comer algo le dije que no.

Me acompañaba una extraña sensación de cansancio e intranquilidad. Ella se sentó delante de mí, habló de cosas que ya he olvidado, y al notar que no le iba a responder más que frases monocordes se quedó callada un rato. En aquel silencio que se alargó, podría haberme preocupado porque me quedaba sin tiempo para hacer mi tarea, o porque gastaba la tarde sin hacer nada cuando podría estar haciendo... ¿qué?

Nunca me sentí tan perdido como en aquel momento, pensando en el libro que nunca escribiría, en el árbol que podría plantar para que se secara antes de crecer, en el hijo que nunca tendría. Me pregunté de que me servía tener o no tiempo, ir o no a la escuela, moverme o quedarme en esa silla.

Esa sensación parecía a punto de comerme vivo, incomparable a la furia o la tristeza, que son emociones intensas, pero ofrecen medios de desahogo, como golpear lo que esté a tu alrededor hasta que te sangren los puños, o llorar a gritos hasta desgarrarte la garganta. Ambas emociones me hacían sentir humano, y hasta me resultaban un poco adictivas, pero cuando sentí que nada importaba o tenía sentido, cuando me sentí tan falto de interés y lleno de aburrimiento por todo, como un juguete viejo quemándose al sol, lo único que supe es que quería dejar de sentirme así.

No era una sensación nueva. Llevaba un tiempo atacándome, y yo trataba de huirle de cualquier manera. A veces por más que lo intentaba me envolvía, mientras pasaba horas y horas en Facebook o YouTube sin poder reírme, sin prestar atención, sin conseguir que una flama se encendiera en mi corazón.

Yo quería más que vivir por inercia. Quería sentirme emocionado por algo, quería desear que llegara el mañana, como cuando era pequeño.

—¿Usted qué hará mañana? —pregunté con la voz seca.

—¡Oh! Mañana...pues haré calabacitas con queso para desayunar, si quieres puedes pasarte y te sirvo un tazoncito —dijo con evidente alegría al escucharme hablar.

—¿Y qué más?

—Pues lavaré la ropa si el clima está bueno, después barreré la casa y pasaré el mechudo. Luego haré la comida, costillas con espagueti verde. León me aconsejó varias veces que cuidara mi alimentación, porque a mi edad hay que ser cuidadoso con la salud, pero él no está aquí y me daré el gusto —dijo con una sonrisa pícara mientras me guiñaba un ojo—luego si nadie se pasa por aquí avanzaré con el bordado que dejé a medias desde hace un mes ¡Ay, León me tenía tan ocupada que ni me acordaba que lo había dejado! ¡Ah! Pero a las cinco tengo que encender la tele porque ahorita están pasando una novela que me está interesando ¡Ay, aunque no dejo de extrañar la que veía antes! ¡La de los aristemo! ¡Estaba bien bonita! Desde que ya no la pasan me cuesta retomar el interés en otra telenovela ¿No te ha pasado? ¿Qué ves una telenovela tan buena que luego ya no puedes dejar de pensar en ella, y no consigues que otra te cause la misma emoción?

Motas de polvo en la historia del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora