Capítulo 33

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León

Pasé unos quince minutos frente a la hoja en blanco. Siempre que parecía estar a punto de alcanzar una buena idea, de terminar de motivarme para agarrar el pincel, mi cabeza se desviaba hacia el final de Naruto, teorías sobre Joy Boy, la inmortalidad del cangrejo o cualquier estupidez. Antes de darme cuenta ya estaba viendo historias de instagram o sacándole punta a los colores de mi escritorio. Me dolían la espalda y las nalgas ¿No que el arte debía sentirse completamente diferente a un trabajo de oficina? Al menos de Godín sabría qué hacer y distraerme sería justo.

—Bueno ya, lo que sea —murmuré antes de dejarme caer en la cama. Una vez más preferí ver una serie en lugar de dibujar, y aunque trataba de no pensar mucho en eso sentía los exámenes de ingreso a la uni respirándome en la nuca.

«El futuro te persigue León, el futuro te persigueeeee».

Pronto me di cuenta de que tampoco estaba de humor para ver algo.

«¿Habrá vuelto Dani?» pensé, mientras movía con el dedo la cortina de mi ventana. En el exterior la casa de al lado parecía una foto quemada por la luz. Nada en ella respondía mi pregunta.

Desde mi regreso a Puebla solo me juntaba con algunos vecinos de mi edad. A veces pensaba en platicar con David, luego recordaba el abrazo y guardaba el teléfono. No estaba cien por ciento seguro de que David estuviera enamorado de mí, pero si mi teoría era cierta temía ilusionarlo por accidente al escribirle. Decidí esperar a que él mismo me contactara y dejar en sus manos el decirme lo que sentía en lugar de adivinar. Lo preocupante es que ya llevaba un par de semanas en Puebla sin recibir ningún mensaje suyo.

Le hubiera contado del problema a mi madre de no ser porque estábamos peleados.

Tampoco quería agobiar a mis amigos de internet ni a mis vecinos, con quienes nunca hablaba de temas personales.

Solté un suspiro de cansancio. Sin apenas percatarme me convertí en la chica popular con mucha gente para divertirse, pero nadie con quién contar. Era extraño ser esa persona. No me sentía como yo mismo, aunque a saber quién demonios era «yo mismo». En medio esa rara soledad quizá era más parecido a David de lo que quería reconocer.

◇◆◇◆◇

«Para ser mejores tenemos que aceptar la parte oscura de nosotros mismos» ...Esa frase la he leído y escuchado en distintos lados, en series, en animes, en revistas para adolescentes que hablan sobre el alcoholismo. La dicen con distintas palabras, «para dejar el alcohol hay que reconocer que tienes un problema», y bueno, durante los últimos años he tenido que aplicar ese consejo en mí mismo. Lo malo es que el tiempo y la percepción son canijos. A veces me cuesta saber si estoy siendo tóxico o inmaduro, y en ocasiones vislumbro el pasado preguntándome que tan malo he sido en realidad.

Por mucho tiempo fui una persona muy egocéntrica y con necesidad de sentirse especial. Trataba de destacar en cada grupo del que formaba parte, de convencer a los demás de que yo era distinto a cualquier otra persona que hubieran conocido, y trataba de comportarme como un «héroe». Esa es la palabra correcta, «héroe»; una persona que realiza grandes hazañas, que salva a otros, que es querido y admirado y único. Era una movida bastante lamentable y enfermiza si me lo preguntan. Me sentía realizado cuando las personas me observaban con ojos brillantes y agradecidos, amaba cuando las chicas decían que yo era distinto al resto de los hombres, me gustaba cuando cualquier conocido le decía a un extraño que yo era muy buena persona, «de las que ya no hay».

No sé que tantos favores llegué a hacer por mi complejo de salvador y qué tantos por genuina amabilidad.

Esa vez que abandoné un examen importante para visitar a un amigo, que lloraba porque lo botaron ¿Lo hice por preocupación o para satisfacer mi ego? Cuando una chica me habló de lo horrible que se sentía y le dije que todas las mujeres del mundo me parecían hermosas ¿En verdad creía en mis palabras o trataba de hacerme el bueno? ¿Me desvelé por semanas ayudando en la producción de una película porque en serio deseaba apoyar a mis amigos o porque quería verme abnegado? ¿Asistí a esa protesta porque creía en la causa, o porque me iba a sentir culpable y egoísta y los demás me iban apartar del grupo si no iba?

Motas de polvo en la historia del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora