Capítulo 6

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David

Esa mañana, no solo no me levanté antes de que sonara la alarma, sino que, desperté media hora después. Mi cuerpo se sentía ligero, tenía la cabeza despejada y estaba lleno de energía. Estaba tan ansioso que desayuné, hice mi tarea y salí de casa horas antes de que tuviera que irme a la escuela, ya uniformado y listo, sin idea de que iba a hacer antes de que iniciara mi primera clase.

En el patio, vi a León sentado en la jardinera de piedra, con las piernas extendidas y la cabeza echada hacia atrás. Usaba una camiseta amarilla con el estampado de una calavera con sombrero, unas bermudas azules y chanclas. Daba la impresión de estar en una playa tomando el sol.

Aún era primavera, pero alrededor de León parecía soplar una brisa veraniega. Casi pude oler el mar.

—Si que te gusta estar afuera —comenté una vez estuve a su lado. Esperaba que al menos usara protector solar, porque incluso de buen humor me ponía nervioso verlo afuera tan a gusto.

—Buenos días —me dijo con una sonrisa aletargada.

—Buenos días.

—No me gusta estar encerrado, y de vez en cuando me gusta sentir el sol un ratito antes de achicharrarme. Me deprimen un montón los días nublados.

—Hoy está agradable, por lo menos.

—¿Tú eres de los que prefieren el frío?

—Habría que ser muy pendejo para preferir el calor —le dije sonriendo, con la clara intención de molestar.

—Asuu —dijo alzando las cejas con diversión, inclinándose hacia mí—¿Qué pasó máster? ¿Cuándo te he faltado el respeto? Si quieres dime hora y lugar y nos agarramos a madrazos.

—Ahorita, sin miedo —le dije dando un par de pasos, como si de verdad me fuera a abalanzar sobre él en cualquier momento, cuando doña Fina salió de la casa.

Pronto comenzó a sacarme plática mientras yo trataba de estar de buen humor. Sentí el impulso de inventar una excusa para irme, pero al final acepté tomar una taza de café con ellos. En Tuxtepec suele hacer bastante calor, en especial después de las primeras horas de la mañana, por lo que aproveché que el día era lo bastante fresco para tomarlo. En el interior de la casa se estaba en paz. Yo tendría que irme cuando el maldito sol estuviera por llegar a su punto asesino.

Aquel rato juntos fue agradable dentro de lo que cabía, pero una vez tuve que retirarme, me dio pena reconocer que hubo cosas que hubiera querido decir sin doña Fina presente, y que a pesar de que León no era mi amigo, en el fondo tenía ganas de conversar un rato a solas con él. Supuse que solo era el efecto de la tarde que pasamos juntos, que después de unos días dejaría de importar hasta que nos termináramos por distanciar. Las cosas buenas nunca duran.

Llegado el momento de irme, caminé durante unos minutos hasta la parada de autobús, en un recorrido que empieza con viviendas y se va llenando de tiendas de abarrotes, panaderías y restaurantes hasta terminar en la parada, que es puro comercio y gente. Los pitidos de los carros, el olor que dejaban los autobuses y las personas en movimiento solo hacían que el sol fuera más insoportable, como si todas esas cosas formaran parte del calor. Mañanas como esa me hacían extrañar el auto de mi madre, que tenía aire acondicionado, y en el que me iba a dejar a la escuela cuando iba en el turno de la mañana.

El avistamiento de un autobús verde me indicó que debía parar con los lamentos.

◇◆◇◆◇

Cuando faltaban pocos metros para que el autobús me dejara delante de la escuela, caí en cuenta de algo... ¿Cómo me iban a recibir mis compañeros después del espectáculo del día anterior? Quería creer que la mayoría me trataría como si nada hubiera pasado, pero sabía que probablemente tendría que lidiar con preguntas incómodas sobre el tema, aunque me consolaba saber que eso era lo peor que podía pasar. Después de todo mis compañeros eran tan desinteresados y volátiles que, incluso si lo sucedido se volvía un tema de conversación relevante, quedaría en el olvido al poco tiempo.

Motas de polvo en la historia del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora