David
Las primeras clases de agosto sufrí por el calor y escuché música a todo volumen con los auriculares, mientras trataba de sobrevivir al griterío exasperante de mis compañeros. A veces los observaba como a la espera de sentir esperanza en la humanidad, pero fue como si las vacaciones me hubieran distanciado aún más de ellos.
En una esquina estaban los insoportables que hablaban de fútbol, en otra los insoportables que hablaban sobre sus parejas, por allá los otakus asquerosos que hacían bailes raros o cualquier cosa que los hiciera dar vergüenza ajena, por ahí los neandertales que se agarraban a putazos, los que cantaban como locos, los que se maquillaban, el único individuo que sostenía un libro... y en ningún lado parecía encajar yo.
Lo cierto es que era el más grande perdedor de todos.
◇◆◇◆◇
Pasaron pocos días antes de que el profesor de orientación educativa nos hiciera un examen vocacional y yo le preguntara qué daño le hicimos para merecer algo así. Lo digo en serio, le pregunté porque estaba medio harto de que no pasara nada interesante y una peleíta no venía mal. Él sonrió de forma tensa mientras algunos compañeros se reían por lo bajo y los mojigatos del salón me observaban indignados.
—Pues no David, no me has hecho nada malo. Hasta eso, hago esto por tu bien. Tal vez después de contestar el examen descubras que tu vocación es hacer de payaso en el autobús.
Se escucharon exclamaciones de sorpresa y más risas.
Yo me tensé con indignación ¿Qué le pasaba al pinche viejo?
Estaba tan enojado que las pocas ganas de responder el examen murieron envenenadas. Lo único que hice fue subrayar las segundas opciones.
Mientras medio leía las preguntas y las repuestas llegué a la conclusión de que eran unos pendejos los que redactaron la prueba, porque era tan obvio hacia donde iba cada respuesta que parecía test de internet para averiguar tu casa de Hogwarts.
Minutos después el profesor se acercó para ver lo que hacía, lo que me habría ahorrado si hubiera mantenido la boca cerrada. Soltó un sonoro suspiro y luego agregó:
—David, tú eres el único que va a salir afectado si contestas por contestar. Si no te interesa mejor ni te molestes.
«¿Eso significa que puedo salir antes al receso?» me pregunté, mordiéndome la lengua.
—Está bien —le dije. Aparté el lápiz y eché la espalda hacia atrás. Él lució incluso más decepcionado que antes y supe que era mal momento para preguntarle si podía escuchar música con los audífonos.
Cuando se alejó me di cuenta de que iba a pasar la clase aburridísimo. Lamenté ser demasiado orgulloso para retomar el examen y demasiado circunspecto para hacer otra cosa que quedarme inmóvil. Una abrumadora vergüenza me rodeó, y luego se transformó de a poco en tristeza. En otro tiempo yo habría respondido esa prueba con facilidad, imaginando el futuro con un halo de ilusión. En ese instante me preguntaba si existía algo para mí que valiera la pena.
◇◆◇◆◇
De niño soñaba con ser escritor. Releía a cada rato mis libros de español y realizaba búsquedas en internet tipo «cómo escribir una novela». Al cumplir la edad suficiente para usar redes sociales rastreé grupos de escritores jóvenes en Facebook, y encontré uno en el que los usuarios conversaban sobre ficción y compartían enlaces de sus historias. Me hice una cuenta en la plataforma que todos usaban y comencé a leer.
Después de un tiempo algunas personas me notaron. Les caía bien porque era justo el tipo de lector que muchos ansiaban, halagador y entusiasta. Creo que escribía alrededor de treinta comentarios por capítulo, mientras que en mi perfil publicaba reseñas, memes y ediciones culeras.
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Motas de polvo en la historia del mundo
Teen Fiction¿Qué se hace cuando tu vida no es lo que quisieras que fuera? ¿Qué se hace cuando eres incapaz de cambiarla? *** David es un adolescente que lleva una existencia bastante aburrida. Es la única persona de su edad en el barrio donde vive, detesta la...