David
Debí pasar buena parte de la mañana con la cabeza caliente y la mente nublada. Ese día tenía clase con la profesora Cecilia, y como buen procrastinador dejé para último momento cómo iba a resolver el problema que tenía con ella. Sumado a eso, me frustraba pensar que León estaba en la vecindad, prácticamente de vacaciones, continuando con su investigación mientras yo estaba en la maldita escuela preocupándome por esa vieja culera.
Lo peor de todo es que con los parciales tan cerca mi tiempo se limitaría más y más, y me asustaba pensar que para cuando llegaran las vacaciones León ya hubiera resuelto el misterio sin mí. Sabía que estaba siendo infantil, pero era difícil controlar mis sentimientos. En mayor escala, era como cuando me perdía de un programa que me gustaba mucho por ir al puto catecismo.
El sonido del timbre interrumpió mis pensamientos antes de que pudiera llegar a cualquier solución. Salí con presura del salón entregando mis ejercicios de matemáticas incompletos. La clase de la profe Cecilia no sería la única que correría el peligro de reprobar si continuaba así.
Me moví al siguiente salón, que se encontraba en la cima de una cuesta coloreada de pasto verde, al que se llegaba por medio de amplios escalones con rampas. Desde abajo pude ver a la profe fuera del aula conversando con otro profesor. Aunque es vergonzoso reconocerlo me daba algo de miedo hablar con ella, mas tenía que hacerlo porque si esperaba al final de la clase le daba tiempo de agarrarla contra mí o pensar cualquier cosa. Decidí que lo más sensato era darle por su lado, disculparme con ella, incluso si seguía enojado por cómo me trató ¿Me gané su regaño? Sí, ¿me dijo la neta? Sí, ¿seguía siendo una pinche bruja culera? Por supuesto que sí.
En fin. Tuve que quedarme quieto un momento, sintiendo comezón por el sol de la tarde, y antes de que pudiera hacer alguna especie de preparativo como respirar hondo o algo así, Raúl me dio una palmada en la espalda baja y di un respingo.
—¡Vamos David, no te quedes ahí parado como un pendejo! —gritó con una sonrisa de oreja a oreja, para después subir dando brincos.
El fastidio fue suficiente para que me atreviera a mover las piernas.
La profe notó mi presencia antes de que le dirigiera la palabra.
—Profe ¿puedo hablar con usted? —dije con un nudo en el estómago.
Ella entornó sus ojos afilados antes de decirle a su acompañante que luego platicaba con él. Una vez solos (o al menos todo lo que podíamos estar en el pasillo de una escuela en horario escolar) le pedí perdón por no haber cumplido con mis responsabilidades de la clase anterior, le dije que estaba muy avergonzado por mi comportamiento y que no se repetiría. Esperé su respuesta con el corazón acelerado, la cara ardiendo, y cuando pensé que ya había valido verga, ella asintió. Me llené de alivio ¡puede que si hubiera algo de comprensión y empatía dentro de ella!
—Me parece bien que te des cuenta de lo que hiciste David —asentí de inmediato, mientras ella hacía una pausa—A partir de ahora, espero que cumplas con tu palabra y tu rendimiento mejore. No quiero que esto se quede en una promesa vacía; debes empezar a controlar tu temperamento, porque ya estas grande y no puedes ir por la vida haciendo escenas. De momento la tienes fácil, porque tu madre te mantiene y solo debes preocuparte por la escuela, sin embargo, cuando trabajes casi siempre harás cosas que te disgusten, y aunque yo ahora vaya a dejar pasar lo del martes, en muchos lados se te cerrarán las puertas si sigues haciendo berrinches así —me observó, con unos ojos que parecían atravesarme, como esperando que yo dijera algo. Luego continuó—El mundo real es mucho más complicado que la preparatoria. Tienes que empezar a madurar ¿lo entiendes David?
El alivio se fue en un suspiro. La sangre me hirvió, y juro que pude sentir como mi cuerpo temblaba por las ganas de romperle la boca a golpes.
«Ya lo sé, ya lo sé, ya lo sé, ya lo sé, ya lo sé ¡por supuesto que lo sé! ¿Cree que no lo he pensado? ¿Cree que no me como la cabeza cada día para no perder el control con imbéciles como usted? ¿Cree que no me amargo sabiendo la horrible vida que me espera al graduarme de la escuela? ¿Qué no me repito que tendré un montón de superiores cuando trabaje que me tratarán como basura, que esperarán que sea un robot sin pasatiempos ni emociones? ¿Cree que no me avergonzó ponerme a llorar delante de todos? ¿Cree que lo hice por gusto, que me pareció divertido? ¿Qué volvería a hacerlo? ¿Cree que no quiero madurar rápido y que odio cada instante en que mis emociones me hacen quedar mal? ¿Que no hago esfuerzos para dejar de ser un niño? Váyase muchísimo a la mierda»

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Motas de polvo en la historia del mundo
Teen Fiction¿Qué se hace cuando tu vida no es lo que quisieras que fuera? ¿Qué se hace cuando eres incapaz de cambiarla? *** David es un adolescente que lleva una existencia bastante aburrida. Es la única persona de su edad en el barrio donde vive, detesta la...