León
—Oiga ¿y desde cuando conoce a mi abuela?
Eran casi las doce de la noche y los únicos que quedábamos en el cumpleaños de mi abuela éramos Lupe y yo. Ambos viejitos tenían botellas de cerveza en las manos mientras que yo me conformaba con un vaso de refresco. Hubiera preferido acompañarlos, pero la psiquiatra me dijo que no podía tomar alcohol.
—A ver... ¿desde el 72...? ¿73...? —murmuró don Lupe cerrando un ojo, como si eso lo ayudara a recordar.
—Desde que teníamos quince años ¿verdad? Uy, hace ya mucho tiempo.
Casi escupo mi refresco.
—¿Desde los quince? Ala, pues si es un verguero de tiempo.
—¡León! ¡esa boca! —me regañó mi abuela.
—Perdón, perdón.
—Mira nada más, te crees muy chistoso. Míralo, Lupe, como se ríe este desgraciado chamaco.
—Si ya lo conozco, cuando me va a ver ahí está chingando no más.
Yo sonreí con incredulidad al notar que era el rival más débil en la habitación.
—Ay no sean así, se aprovechan que son dos para hablar mal de mí.
—Así es la vida mijito, aprende —contestó mi abuela con una sonrisa picarona y Lupe soltó un bufido, que es lo más parecido a una risa que he escuchado de él.
—Ni que dijéramos ninguna mentira —la secundó.
—Pero bien que lo ayudo cuando voy ¿o no?
—Pues más o menos —respondió antes de darle otro trago a su botella y esta vez mi abuela se rió.
—Bueno, pero estábamos hablando de ustedes —les dije ya resignado— ¿Cómo acabaron siendo amigos tanto tiempo?
—¿Cómo que cómo? Pues nomás, que más quieres pues —dijo don Lupe.
—Es que somos almas gemelas —dijo mi abuela mientras le daba palmaditas en la mano libre.
—¿Tons mi abuelo no era tu alma gemela?
El silencio se apoderó del lugar.
—Bueno... —ella dejó de sonreír por un instante, y cuando volvió a hacerlo parecía que la luz que irradiaba se hubiera apagado— éramos los tres ¿no...? Podría decirse que los tres fuimos unidos por el destino.
Ella bajó la mirada hacia su botella y los tres callamos.
No entendí porqué una pregunta inocente dio como resultado un ambiente tan melancólico, hasta que caí en cuenta de que mi abuelo fue una persona real, que tuvo una esposa y una hija y que en algún momento murió, no solo una palabra de seis letras sin carne ni huesos. Nunca lo conocí, y su imagen me era tan lejana que acabé por deshumanizarlo.
Algo hizo clic en mi cabeza; pasé tanto tiempo centrando el misterio de mi madre en la señora Matilde que no pensé que había otra persona que tampoco mencionaba; mi abuelo.
—¿Cuándo lo conociste? —pregunté de forma calculada, a sabiendas de que lo más sensato era cambiar de tema.
—Los tres nos conocimos a la misma edad, en el mismo pueblo —respondió Lupe.
—Pero ya no hay que hablar de eso, ya lo pasado, pasado dijera José José... Lupe ¿quieres otra botella? Ahorita te la traigo.
Una vez la abuela se dirigió a la cocina Lupe y yo intercambiamos miradas. Solo con eso supe que no valía la pena insistir.
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Motas de polvo en la historia del mundo
Teen Fiction¿Qué se hace cuando tu vida no es lo que quisieras que fuera? ¿Qué se hace cuando eres incapaz de cambiarla? *** David es un adolescente que lleva una existencia bastante aburrida. Es la única persona de su edad en el barrio donde vive, detesta la...