² Como si fuese verano.

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Sintió sus mejillas quemando y la garganta seca

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Sintió sus mejillas quemando y la garganta seca. ¿Qué demonios había sido eso?

 ¿Qué demonios había sido eso?

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Luego de haber almorzado, quedaron satisfechos y por lo tanto, con deseos de una siesta.

La cabaña en la que estaban parecía bastante grande. Kageyama decidió que la exploraría luego, mientras tanto quería darse un largo respiro. Quería dormir.

Todos lo hicieron después de lavar los platos sucios y hablar un rato de trivialidades.

Cuando se dirigió a su habitación, se encontró a Shoyo dormido plácidamente en la que debería ser su cama.

—Tch, demonios...

Se abalanzó contra la suya, apretando su rostro contra la almohada blanquecina y girándose por la falta de aire. De lado, pudo ver la espalda de Hinata y como su cuerpo subía y bajaba, respirando calmadamente. Lo ignoró, pasando al plano de la gran ventana. Ese bosque, ese gran torbellino de emociones que sentía cada vez que dirigía su mirada allá, casi como si quisiese sumergirse lentamente. Ese paisaje le brindaba confianza, como si le estuviese susurrando al oído que todo estaría bien.

Sus pupilas se dilataron. Quería observarlo por más tiempo, quería observarlo hasta quedarse dormido. De verdad quería, pero un enmarañado pelo rojo lo estaba desconcentrando.

—Hinata idiota. —susurró molesto, cerrando los ojos con fuerza.

Más rápido de lo esperado, se adentró a sus sueños. Comenzó soñando con el color negro, caminando. Luego empezó a correr, llegando a las profundades de ese bosque. No supo en qué momento, pero se le cortó la respiración.

Empezó a caer nieve.

Juró que sonreía, pero entonces el sol se asomó entre los pinos, saludándolo y haciendo que sintiera un calor  extenuante. Comenzó a quitarse la ropa, quedando completamente desnudo.

Todo comenzó a tornarse oscuro. Unas manos extrañas, que ni siquiera vio venir, se apoderaron de sus mejillas. Lo sostuvieron con fuerza y empezó a sentir como su respiración se volvía frenética. Como cuando tenía miedo, como cuando estaba apunto de hacer un saque que no sabía si iba a quedarse en la cancha. Una respiración se coló entre sus fosas nasales, haciendo que quisiera retroceder, más la fuerza de aquellas manos no se lo permitieron.

Comenzó a sentirse sofocado. Cerró los ojos con fuerza y sintió unos labios tomar los suyos lentamente, pero a la vez con tanta prisa que sentía que estaba acorralado. El sudor bajaba por su frente y sus músculos, sintiendo como si los rayos del sol le estuviesen quemando, como si estuviesen arriba de él.

Por más que intentaba terminar el beso, o lo que sea que eso fuera, no podía. Se sentía inmóvil, sólo podía ver oscuridad y sentir esa presión en sus mejillas. El sol comenzó a arder con más fuerza, dejándolo sin respiración. Los labios encima de los suyos se movían cada vez con más rapidez, haciendo que todos sus sentidos se sintieran perdidos. Tenía las mejillas calientes, y sentía algo que nunca antes había podido sentir: la ansiedad en su estómago, el calor en su abdomen y un extraño tirón en su entrepierna.

Las manos se movían. Las manos lo tocaban. El anterior toque en sus mejillas ardía. Escuchaba ruidos, voces, sentía el sudor cada vez con más intensidad bajar por su cuello, por su pecho. Sentía que estaba cayendo, una sensación palpitante se adueñaba lentamente de sus músculos. Sentía que su corazón iba a estallar mientras esas manos quemaban en su piel desnuda y caliente.

Los rayos del sol se fueron acercando y comenzó a sentir los labios ajenos de nuevo en los suyos, lamiéndolos y mordiéndolos como si fuesen un exquisito pedazo de carne muy costoso.

Empezó a tartamudear, queriendo que ese espantoso sueño se terminara. Todo su cuerpo ardía por los rayos del sol y esas manos calientes.

Hasta que esa voz, patentemente neutra, susurró su nombre en medio de un jadeo extasiado que envió una corriente eléctrica por toda su espina dorsal y piernas. «T-Tobio...».

Abrió sus ojos exaltado, sentándose en la cama. Todo su cuerpo estaba temblando y estaba caliente, como en el sueño. Sólo que, al menos, tenía puesta la ropa con la que había llegado.

Sintió sus mejillas quemando y la garganta seca. ¿Qué demonios había sido eso?

Algo andaba muy mal. Una nueva sensación se estaba apoderando de su cuerpo. Y más aún de aquel pedazo de carne que yacía en medio de sus piernas y que estaba escondido en su pantaloneta azul.

La ansiedad, el miedo y la excitación lo consumían poco a poco en tanto intentaba calmar su respiración.

Con el sudor bajando por su frente, miró hacia un lado. Hinata estaba dormido. No en la misma posición, ahora estaba extendido por toda la cama y boca arriba, con la saliva escurriendo por su boca abierta y de donde salían leves ronquidos.

Quiso maldecir su existencia.

Suspiró levemente, tratando de levantarse, más una leve luz comenzó a cegar su campo de vista de a poco.

Miró hacia el ventanal. En medio de esos pinos de un verde oscuro profundo y misterioso, se estaban asomando los rayos del sol.

Estamos en invierno...

Se bajó de la cama, con sus piernas temblando y la desesperación contenida en su pecho a modo desagradable. Apretó sus puños y dientes. El calor se le colaba por la ropa, dejándolo sin aliento.

Pero es como si fuese verano.

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Kageyama's problem. 'kagehina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora