"Hinata, siempre te relaciono con el voleibol, pero es que eres como el"
Permanecieron allí, ajenos en medio del silencio. Ambos sabían lo que había acabado de ocurrir, pero más Kageyama, quién se negaba a aceptar lo indiscutible: una pequeña, pequeña, no muy pequeña presión se había generado en su pecho y unas ansias se habían impregnado en su cuerpo luego de esas palabras.
Lo miró fijamente. Este enano no es tan estúpido como pensé. Bueno, quizá el estúpido también sea yo...
Hinata siguió detallando el bosque de pinos con una mirada soñadora, y podía sonar cliché, pero ahora mismo, Tobio podía incluso ver el brillo que emanaba de sus orbes castaños.
El pelirrojo se percató de esa mirada fría y calculadora, y miró a su colocador principal con una sonrisa. Tobio apartó la mirada.
¿Qué? ¡No me sonrías, Hinata idiota! ¡No me sonrías como si no hubiera pasado nada!
Tobio sólo fue capaz de pronunciar un "hm" con un asentimiento de cabeza y se volvió a acostar, haciendo que la carnada definitiva del Karasuno soltara una exclamación indignado.
—¡¿Ah?! ¿Sólo eso vas a decir? ¡Kageyama boke! —El azabache se hundió en su almohada, negándose a verlo a la cara otra vez.
—¡La próxima vez...—Hinata lo señaló con el dedo índice, haciendo una promesa que no se cumpliría del todo. —No voy expresar mis sentimientos ante ti, tonto Kageyama!
Sintió como Shoyo se iba de la habitación, yendo probablemente hacia la cocina por algún aperitivo. Tobio miró su buró con más curiosidad que nunca, analizando los detalles de su camiseta doblada con aquel número nueve, el pequeño reloj azul con las manecillas corriendo y el balón de vóleibol.
Lo agarró, sintiendo la textura familiar del mismo y observando los colores impresos en él.
No me gustaría que los reprimieras, idiota...
Se giró boca arriba, lanzando el balón con suavidad hacia el aire y atrapándolo cuando este cayó en sus manos.
Porque, de cierto modo, me alegra saber que no soy el único que puede darle un significado.
'°'
La noche había caído y con ella la mayoría de los habitantes de la hermosa cabaña a inicios del bosque.
Kageyama estaba sentado en su cama, apreciando la luna de perfil y lo lindo de su blanco, de su esplendor. El ventanal permaneció abierto desde la última vez, haciendo que un frío viento ingresará por ella y que –extrañamente– le calentara el corazón.
Shoyo estaba en el baño, cepillando sus dientes con esmero y algo de enojo. Pues el número nueve le había ganado, cepillando sus dientes más temprano que el pelirrojo.
No voy a perder otra vez, no voy a perder otra vez.
Se decía internamente Hinata, mirándose en el espejo con los ojos furiosos.
Tobio, mientras tanto, detallaba en silencio el ahora negro de los pinos debido a la oscuridad y la leve capa de neblina que empezó a cubrirlos, pues aunque esa tarde había sido calurosa, el invierno era quién reinaba.
Recordó la incomodidad de dos horas atrás, en dónde Shoyo y él no se miraban para nada, ni se hablaban. Y a pesar de las miradas extrañadas de sus mayores y compañeros de equipo, nunca dejaban de lado su silencio. Habían vivido un momento tan incómodo, que Kageyama dudaba que Hinata pudiera ser el mismo.
Sin embargo, volvió a pensar en la escena que se presentó después de lo ocurrido en el baño, cuando Hinata y él observaron con anhelo el paisaje de pinos, olvidando por completo lo que había pasado. Él incluso le había dado una sonrisa, de esas sinceras como cuando golpeaba bien el balón y lograba levantar sus colocaciones.
Hinata, siempre te relaciono con el voleibol, pero es que eres como el. Tan sincero, tan real. A pesar de todo, si no estuvieras aquí no hubiéramos desarrollado ese raro ataque rápido, nos dio mucha ventaja en los torneos. Me pregunto qué pasaría si un día tú...
—¡Kageyamaa!— Un bajo pelirrojo entró y cerró la puerta en un segundo. —¿Por qué estás despierto? Se te crearán más arrugas en la frente a pesar de ser tan joven.
—¡¿Qué dijiste?! —Respondió el azabache, apretando sus puños por debajo de las sábanas.
—Chicos, dejen de pelear. —La voz rasposa de Tanaka se escuchó por el pasillo. Él era el último del equipo en el baño. Cuando apagó la luz del pasillo, Kageyama y Hinata se quedaron en silencio por unos minutos, hasta que el más alto decidió romperlo con algo que precisamente desobedecía por completo a la advertencia de su senpai.
En medio de la oscuridad de la habitación, un susurro, no tan susurrado, llegó a los oídos del pelirrojo.
—¿Y tú por qué no estabas dormido? Por eso no creces.
Tobio se cubrió por completo hasta la cabeza. Sintió el grito ahogado de Hinata, quién desesperadamente le lanzó una almohada directo a la cabeza.
—¡Kageyama, idiota!
De cierto modo, Kageyama sintió como si la tensión se hubiese ido, como si lo que ocurrió en el baño poco a poco quedará atrás.
¿O no?
Quisiera poder enfrentar esto. No soporto el ambiente tenso, no soporto el silencio. Realmente no nos soporto así, incómodos.
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Kageyama's problem. 'kagehina.
FanfictionSe quedó congelado en cuánto Kageyama soltó un ligero gruñido, seguido de un suspiro que, extrañamente, le hizo sentir cosquillas. -Mierda... Está bien, la situación estaba siendo demasiado incómoda. Pero teniendo claro que Kageyama podía morirse...