¹⁶ Roto.

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«Fue sólo un juego...»

Esas palabras, que habían salido tan claras como el agua de la boca de su rematador, se repetían de una forma tortuosa en su cabeza.

Un juego... Un juego... Un juego...

Se mantuvo firme, apretando los puños a sus costados y sintiendo que la respiración se le quedaba corta.

—Sí. —susurró de vuelta, manteniendo su mirada fija en el rostro del pelirrojo, quién con una radiante sonrisa le tocó el hombro con suavidad.

—Ya no te preocupes, Bakayama. Son cosas normales de la vida, ya sabes...

Idiota. Idiota. Idiota.

Quiso decirlo en voz alta, quiso gritarle esa palabra cientos de veces en la cara, pero no sabía porqué. Por suerte, sus pies reaccionaron solos y se dieron la vuelta, caminando en dirección a su cama envuelta en sábanas azules.

Se acostó en ella, musitando un suave «gracias... buenas noches» y escondiéndose en medio de ese mar delgado que tenía por cobija.

¿Gracias? ¿Gracias por qué? Soy un estupido.

No podía dormir. No cuando las palabras de Shoyo parecían querer enterrarse en sus oídos para quedarse ahí, muy profundo. ¿Por qué? ¿Por qué le molestaba? ¿Qué demonios estaba ocurriendo?

Se dio la vuelta, observando la oscuridad de la habitación, sintiendo los latidos rápidos de su corazón y contemplando ese bosque de pinos en medio de la neblina que acompañaba a la brillante y negra noche. Se apretó el pecho y tragó duro.

Algo... Se está rompiendo.



'°'



Al día siguiente, parecía como si la cama lo estuviese reteniendo. Tenía los ojos medio abiertos, observando sus balón de voleibol, con los colores confundiéndose en su cabeza.

Sentía todo.

Los sonidos de voces; de la cocina; de pasos ligeros, otros corriendo; el viento frío colándose por la ventana; el olor de chocolate caliente.

Sentía todo, pero a él le faltaba mucho.

—¡Kageyama! ¡Ven ya a comer!

La voz gritada de Shoyo ingresó en su campo auditivo, poniendo su cuerpo -sin saber bien el por qué- alerta.

—La comida se enfriará pronto con este clima. Tu estómago debe estar haciendo como "Grrrrr".

—No tengo hambre. Quiero dormir.

Fue lo único que salió de sus labios. Hinata se sintió confundido, sabiendo de antemano que Kageyama quizá no correría con él para ver quién llegaba primero al desayuno.

—¿Qué? —Pronunció un impresionado pelirrojo.

Lo que escuchaste, Hinata idiota. Quiso gritarle aquello, pero no tenía ánimos, ni fuerzas, ni ganas.

—En ese caso...

—¡Shoooyo! ¡Ven a comer, te daré el mejor sushi!

Los ojos del mayor brillaron, mirando al líbero entusiasmado y asintiendo de forma eufórica. —¡Sí! A-Aségurate de comer cuando quieras, Kageyama. ¡Nos vemos!

El ojiazul cerró los ojos con fuerza, cubriéndose hasta la cabeza con sus sábanas azules. Sintiendo el leve calor en su cuerpo y sonrojándose de forma inesperada recordando la voz chillona de hace unos segundos.

Por supuesto que tengo hambre. Pensó apretándose el estómago y escuchándolo rugir. Pero no quiero verte ahora. No cuando no he podido dormir pensando en lo que hicimos ayer. No cuando sigo pensando en tus labios y el sonrojo de tus mejillas. No cuando... Un leve jadeo salió de sus labios. Quiero intentarlo de nuevo.

Una angustia seguía creciendo en su interior. No podía controlarlo, su corazón cada vez latía más rápido cuando Hinata estaba cerca y todas esas primeras sensaciones que había experimentado hace apenas un día, estaban haciendo severos estragos en su vida.

¿Por qué duele tanto?



'°'

—Shoyo, ¿estás bien?

No, definitivamente no lo estaba. No cuando todos se le habían quedado mirando mientras comía, no cuando la cuchara había caído al suelo desesperadamente. No cuando, en medio de las risas escandalosas y alegres de su equipo, sus lágrimas silenciosas fueron tan ensordecedoras como el aire mismo.

No lo podía creer. Estaba llorando. Estaba llorando en frente de todos. Estaba preocupando a todos. Estaba llorando.

Rápidamente llevó las manos a sus mejillas y ojos, eliminando el rastro de las lágrimas en medio de las respiraciones cortadas de sus amigos.

—N-No es nada... En serio, no...

—La mandarina extraña a su familia...

Susurró un serio Tsukishima, haciendo que Shoyo se sobresaltase y asintiera.

—¡A-Así es! —Afirmó decidido, bendiciendo en secreto a Tsukishima por haber mencionado aquello y salvarlo implícitamente de explicaciones que no tenía. —Lo siento...

Súbitamente, Sugawara junto con los demás le dieron un sentido abrazo, pronunciando un "Aww" en coro y animándolo.

—¡No te preocupes! ¡No te preocupes! —Animó Tanaka sonriendo. —Seguramente que tu mamá y tu hermana están bien.

Sugawara sostuvo su hombro y le sonrió con cariño, como si fuese un hijo. —Hinata, aún puedes llamar, ¿recuerdas? Aquí en la cabaña no hay señal, pero podemos ir al pueblo y hacerlo, ¿sí?

El pelirrojo asintió, limpiando el resto de las lágrimas y sonriendo como hacía normalmente. —¡Gracias a todos!

Sin embargo, en su corazón, sintió un leve 'click' que lo estaba dejando sin respiración.

Kageyama... ¿Por qué tuve que ayudarte en ese entonces? ¿Por qué tuve que hacerlo... Si eso sólo implicaba romperme por dentro?

Sin que ambos lo supieran, compartían un mismo pensamiento en ese instante.

«Estoy tan... malditamente roto por eso.»

»

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Kageyama's problem. 'kagehina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora