Se quedó congelado en cuánto Kageyama soltó un ligero gruñido, seguido de un suspiro que, extrañamente, le hizo sentir cosquillas.
-Mierda...
Está bien, la situación estaba siendo demasiado incómoda. Pero teniendo claro que Kageyama podía morirse...
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Necesitaban reponer fuerzas. Hinata porque debía ser valiente y enfrentarlo, y Kageyama... Kageyama no sabía lo que le esperaba después.
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—K-Kageyama... — Quería disculparse adecuadamente. No sabía con exactitud que pasaba por la cabeza del menor, pero quizá todo para él era nada más que... Algo genial.
Sin embargo, quedó asombrado cuando el nombrado se levantó de la cama, queriendo apartar sus ojos de la erección oculta entre sus pantalones de dormir, sin lograrlo.
—Yo... Umh...
¡Cúbrete esa cosa, idiota!
Le quiso gritar. Pero la mirada bastante gélida de Tobio no se lo permitió.
—¿Quieres que...? No. —Lo pensó un poco mejor. —Tal vez yo...
El ojiazul se apartó, pasándose la mano limpia por la nuca y negándose. Hinata se cubrió por instinto. Qué vergüenza. ¿Qué acaba de pasar? Mierda.
Pero la mirada divertida de Kageyama le sorprendió. —Si tuve que ayudarte, ¿cómo se supone que me ayudarías a mí?
Está bien, se estaba burlando. ¿Cómo se atrevía? —Eres estúpido. Y engreído. Un idiota, Kageyama, eres un idiota. —Las lágrimas querían salir de sus ojos. Sorbió su nariz, haciéndose bolita en su lugar y abrazándose a sí mismo.
—Esto no es ser estúpido. Son las hormonas, supongo. Sería lo mismo si me pasara con otro chico, o eso creo.
Kageyama, eres un imbécil. No puedo partir tu cara en dos porque me gustas.
Hinata quiso golpear algo llamado Kageyama Tobio en ese instante. A mí me pasó porque me atraes, estúpido. ¿No será que yo también te gusto?
No, no. Eso es imposible.
Lo fulminó con la mirada y luego la desvió. Ciertamente, no era como si pudiera hacer lo que él hizo fácilmente. Primero: la vergüenza lo carcomía. Segundo: inexperto como un bebé. Y tercero: no estaba seguro si con esa técnica sería suficiente para alguien.
