⁴ El problema de Kageyama.

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El número nueve simplemente quería tirarlo por la ventana

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El número nueve simplemente quería tirarlo por la ventana.

El número nueve simplemente quería tirarlo por la ventana

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Shoyo se removió en las sábanas de su cama temporal. Los leves rayos del sol se reflejaban contra la ventana y bostezó mientras sentía el calor de la habitación.

Decidió abrir el gran ventanal, dejando que el viento fresco lo acompañara.

Se sintió tan cansado y satisfecho con aquella almohada, que se echó a dormir otra vez. Cerró los ojos en medio de otro bostezo, gimiendo complacido contra la textura suave y llena de algodón.

Estando de lado, abrió sus ojos suavemente, recordando que ese molesto rey estaría probablemente en la cama allende a la suya.

Mas sus ojos cafés demostraron confusión cuando no lo vio allí. Decidió restarle importancia, después de todo, podría estar en la cocina, o jugando voleibol o duchándose.

Abrió los ojos de golpe.

Duchándose.

Cómo si se tratase del mismísimo rayo McQueen saltó de la cama, agarró su toalla blanca y salió a toda prisa por el pasillo, confirmando lo obvio: el agua corriendo.

—¡Kageyama idiota! ¡No me esperaste! ¡Idiota, idiota! ¡No voy a perder contra-

Quizá, por una vez en su vida, se arrepintió de su don atlético.

La puerta del baño abierta, el agua de la ducha corriendo desesperadamente y aquel ambiente caliente que, más que por la temperatura del agua, era por la situación.

—¡HINATA, IDIOTA!

Shoyo estaba en blanco. Ni siquiera pudo inmutarse cuando el atlético y alto cuerpo de Kageyama se acercó a zancadas, agarrando su rostro con toda la mano mojada y negándole la vista.

—¡¿Qué demonios pasa contigo?!

Kageyama lo sentó en el retrete en medio de forcejeos, aún con su gigante mano cubriendo el rostro del pobre pelirrojo que había visto algo que nunca deseó ver.

—¡N-No quería... N-No quería perder contra ti! ¡Había prometido ducharme primero!

Kageyama quiso darse un golpe contra la pared más cercana. ¿Era la competitividad lo que lo movía? Sin embargo, observó la puerta abierta de par en par, suspirando al darse cuenta de que finalmente había sido su responsabilidad por andar apurado y no pensar fríamente las cosas.

Se me olvidó echarle el pestillo.

—¡Sal de aquí! —gritó sintiendo el calor en su cuerpo y la adrenalina de haber sido descubierto por la persona que menos esperaba.

Hinata se removió en su mano, negando. —¡Aún me quiero bañar! ¡Termina rápido!

El azabache estaba desesperado. ¿Cómo se supone que iba a terminar rápido? Si apenas estaba aprendiendo a hacerlo.

—¡Vete a dormir otro rato o a jugar!

—¡Me siento pegajoso, está haciendo mucho calor, así que termina rápido!

—¡Que no sé cómo hacerlo, idiota!

Un silencio ensordecedor se formó luego de eso. Ambos jugadores se quedaron inmóviles, sin saber qué decir. 

Luego de escuchar el sonido del agua por unos segundos, el más bajo habló. —Entonces déjame ducharme primero.

Kageyama agarró fuertemente sus dos mejillas con la mano que tenía cubriendo su rostro, desesperado.
—¡Claro que no, idiota! Ahora debes esperar tu turno.

Hinata cerró sus ojos con fuerza.

—¡Entonces esperaré aquí!

En un ágil movimiento bajó del retrete y se hizo bolita en el suelo, con su rostro entre las piernas. —N-No te miraré, así que date prisa.

El número nueve simplemente quería tirarlo por la ventana.

Antes que nada, cerró la puerta con fuerza y suspiró con pesadez, asustando al pelirrojo.

Volvió a la ducha, en donde, aparte de sentir la calentura, sentía incomodidad.

Después de tanto meditarlo, simplemente no pudo hacerlo. Sintió que el aire le faltaba, él en serio iba a desmayarse en el piso del baño. —No puedo hacerlo.

Kageyama lanzó un puño contra la pared, descargando su frustración.

—Hinata... Ya sal de aquí.

Shoyo lo miró. Observó su espalda encorvada, su cabeza contra los azulejos y el agua cayendo por su cuerpo desnudo. Sí, esa situación era demasiado rara. Pero de algo estaba seguro, y era de que nunca había escuchado a Kageyama quebrarse de esa forma.

—¿Cómo te voy a dejar en estas condiciones? ¡Está claro que necesitas ayuda! —pronunció preocupado.

Se quedó congelado en cuánto Kageyama soltó un ligero gruñido, seguido de un suspiro que, extrañamente, le hizo sentir cosquillas.

—Mierda...

Está bien, la situación estaba siendo demasiado incómoda. Pero teniendo claro que Kageyama podía morirse en el baño y luego él no se podría bañar ni tener vacaciones, quiso salir de eso lo más rápido posible. Incluso si implicaba entender el problema de Kageyama.

Sí, tenía una lógica tan excepcional.

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Kageyama's problem. 'kagehina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora