Capítulo 40

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Kate

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Kate...

Volví a despertar cuando los rayos del sol que provenían del gran balcón se posaron en mi rostro, levante la cabeza un poco y mire a mi esposo recostado a mi lado, tapando su cara con una mano mientras que la otra era mi almohada. Me coloque de costado, admirándolo, verdaderamente era un hombre muy apuesto, su cuerpo parecia esculpido por los dioses al igual que los rasgos varoniles de su rostro. 

Deslice mis dedos a través de su torso, remarcando el lugar donde había diversas cicatrices de heridas, mas preciso. Tres, una un poco mas grande el el costado izquierdo de su abdomen. Mi ceño se frunció pensando el dolor que debió haber sentido al haberse lastimado y quise, inconscientemente besarla. Acerque mi rostro y mis labios rosaron su piel.

-¿Estoy soñando?- me asuste al escuchar su voz un poco mas ronca de lo habitual, levante la vista viendo que me observaba con los ojos entreabiertos, un poco adormilado. -Si morí y es el infierno, que buena vista- 

-Idiota- bufe volviendo a recostarme en su brazo. 

-Hola esposa- 

-Hola esposo- sonreí.

Gruño abrazándome, -malditamente adorable- 

Rei. 

-¿Quieres quedarte viuda tan pronto?-

-¿Por qué lo dices?- 

-No me sonrías así Kate, mi corazón no soporta tanta ternura- 

Solté una carcajada -no hice nada -

-Si lo hiciste-

Nos quedamos un rato así hasta que logre que me soltara y nos levantáramos, ya que teníamos planes para ese día. Mientras nuestras maletas iban a ser llevadas a la villa de Seb, íbamos a pasar el tiempo en la playa y haciendo turismo por el lugar. Me duche y busque algo cómodo para usar, optando por elegir un monito floreado en tonos pastel y unas sandalias sin tacón.

Me estaba maquillando cuando vi salir a Seb del vestidor, por casualidad llevaba una camisa en azul pastel que combinaba con mi ropa. Se coloco a mi lado, viéndose al espejo y abrochando el reloj que le había regalado. 

-¿Estas lista?- 

-Claro- me puse un poco de perfume y bálsamo labial. -¿nos vamos?- busque mi bolso, el cual estaba sobre la cómoda. 

Extendió su mano y la tome, salimos del cuarto con nuestros dedos entrelazados y un grupo de escoltas detrás nuestro. Nos subimos al ascensor, y ellos fueron al otro. Ya dentro de la caja metálica, vi de reojo a Sebastian. Su postura, mirada al frente, causaba cierta imponencia que por algo raro, me hacia sentir segura. 

-Perdón por dejarte sola anoche- soltó haciéndome recordar que la noche anterior había despertado y él no estaba ahí. 

-¿Donde estabas?- pregunte no por querer controlarlo, sino por mantener una conversación.

Mafias y Mentiras- Bilogía "Secretos asesinos" 💎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora