Después de cerrar la tienda, fuimos al sitio en el que estacioné mi motocicleta. El clima se encontraba soleado, pero el viento era frío y me hacía esconder las orejas en el cuello de mi chaqueta. Me subí al vehículo, lo encendí y tras colocarme el casco, Dylan se acomodó detrás de mí y abrazó mi cintura, reafirmando que la regla del contacto físico quedaba obsoleta en ese contexto, aunque no me acostumbraba, todavía me estremecía al sentir sus manos.
—Revisa si traigo en mi chaqueta una linterna —le pedí para sacarme esos pensamientos.
Fue mala idea, pues sentir sus manos dentro de mi buchaca aumentó mi nerviosismo. Intenté concentrarme en el camino que tenía que recorrer y en el hecho de que nuestras vidas dependían de eso.
—¿Para qué la traes? —preguntó mientras retiraba sus manos—. ¿Vamos a acampar? No puedo, tengo que dosificar la pecera.
Negué con la cabeza, al tiempo que sonreía. Me encontraba emocionado, aunque continuaba repitiéndome que lo que hacía estaba mal.
—Es una sorpresa.
—¡Las odio! —exclamó, se separó un poco de mí, pero como pasamos por encima de un tope, volvió a abrazarme—. ¿Es alguna trampa?
No contesté, pues habíamos llegado a la parte compleja del camino; donde los pinos y árboles se volvían cada vez más espesos y dejaba de haber construcciones más allá de la carretera o los anuncios. El atardecer se coloreó de morado y naranja, mientras el aroma de la naturaleza y sus sonidos, junto con el del motor del vehículo, le daban al viaje un toque surrealista.
—Llévame de regreso —me pidió con ansiedad.
Bajé la velocidad.
—No te voy a tender una trampa, soy demasiado pendejo como para eso —dije, aferré los dedos al manubrio y me concentré en pasar por una pronunciada curva—. Solo confía en mí, güero.
Dylan dejó escapar sus temores en forma de un largo suspiro. Entretanto, yo me deleitaba con el bosque que nos rodeaba. Salí de la carretera, entré al pasto y detuve la motocicleta delante de una cabaña vacía, pero bien conservada. Había un camino de tierra junto a esta que incitaba a los visitantes a perderse en el bosque. Seguimos ese sendero y durante el trayecto, Dylan admiraba el sitio con sorpresa, quizá nunca se rodeó de algo así.
—Si te soy honesto, es la primera vez que vengo aquí. —Tomé una rama del suelo y la usé como si fuese un largo bastón.
—¡¿Qué?! —Dylan aceleró el paso y se puso frente a mí.
—Hace tiempo mi hermano me dio toda la información para venir a este lugar y no creo que quiera que nos matemos.
Resignado, continuó andando, aunque se relajó cuando escuchamos el sonido del agua corriendo, mientras un aroma a tierra mojada nos encandilaba. Estábamos cerca de lo que quería ver, por lo que comenzó a trotar conmigo detrás. Se detuvo cuando llegó a la orilla de un lago y yo lo alcancé segundos después. No se trataba de un cuerpo de agua enorme, pero aun así me hacía sentir diminuto, como si este pudiese tragarme y llevarme a otra dimensión. Dylan miró a su alrededor, percatándose de que había un muelle. Y, antes de que pudiera decirle algo, aceleró de nuevo. Intenté alcanzarlo y una vez lo logré, me detuve a tomar aire, coloqué ambas manos en mis muslos y me maldije por tener menor resistencia.
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El chico que cultivaba arrecifes | ✅
Teen FictionFrank y Babi son la pareja ideal a los ojos de todos, el problema es que ambos se han enamorado a la vez de Dylan Friedman, el chico nuevo del colegio. 🪸🐠🪸 Frank y Babi están su último año de preparatoria y mientras él no podrá continuar con sus...