Capítulo 24: Formas de animar a alguien

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Cuando Liam se recuperó de los golpes, nos gritó a todos que nos largáramos o iba a llamar a la policía

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Cuando Liam se recuperó de los golpes, nos gritó a todos que nos largáramos o iba a llamar a la policía. En menos de cinco minutos ya había una multitud afuera de la casa, a expensas del frío, la neblina y la oscuridad de la media tarde. Trevor, Sandy, mi güero y yo nos reunimos cerca del coche del primero para marcharnos de una vez.

—Dylan, hiciste lo que llevo años queriendo hacer —afirmó un emocionado Trevor.

El aludido se rascó la cabeza, al tiempo que sonreía, incómodo.

—Y Frank, ¿no tienes problemas con que todos sepan que eres gay? —me preguntó Sandy.

Un hormigueo recorrió mi cuerpo. Sí tenía broncas con eso, pero no podía hacer nada más que resignarme y esperar a que mi secreto no caducara tan pronto con mi familia.

—Soy bisexual, no gay —refuté, intentando parecer calmado.

—Por favor, hay que irnos —nos pidió de repente Dylan—. Hace frío, sigo aturdido por la música, estoy más borracho de lo que creía y tengo hambre.

Trevor chasqueó los dedos y se preparó para entrar al auto, sin embargo, se le olvidó soltar a Sandy y casi la tira al suelo. Suspiré, decepcionado, al darme cuenta de que era la persona más sobria del grupo.

—¿Y Babi? Se supone que ella iba a conducir —preguntó Dylan, al tiempo que se ponía de puntas para buscarla entre la multitud.

—Estaba conmigo, pero cuando Liam nos echó, se me perdió —respondió Sandy, se dio una fuerte palmada en el rostro para bajarse la ebriedad.

El comportamiento de Babi era cada vez más errático, lo que me confirmaba que no estaba bien. El güero intentó meterse en la multitud para buscarla, pero lo impedí, poniendo una mano en su pecho.

—Estás borracho, mejor voy yo —le ordené.

Él iba a alegar, no obstante, me le adelanté y me revolví con la multitud. Alzaba el rostro mientras luchaba por moverme, intentando encontrar a Babi, pero no tuve éxito. No fue hasta que miré en dirección a la carretera del bosque que vi una silueta perdiéndose en la neblina. ¿Qué pendejada quería hacer? No quise imaginármelo, solo corrí hasta allá para alcanzarla. Anduve por la orilla, con los enormes pinos al lado, sintiendo a mis botas dejar marcas sobre el lodo y como de mi boca salía vaho. Lo único que oía eran mis suspiros y jadeos, combinados con el frenesí de los autos en la avenida que partía en dos el bosque.

—¡Detente! —le grité en cuanto la distancia entre nosotros se acortó lo suficiente.

Ella se detuvo y corrí hasta que la tuve enfrente. A pesar de la neblina, noté lo mucho que lloraba, además, su cabello se encontraba enmarañado y algunos se le pegaron en el rostro.

—¿Por qué huiste así? ¡Puede ser peligroso! —la regañé, también me había preocupado.

—Acepté ir con Liam a su cuarto —soltó con la voz temblorosa— y después ya no quise, entonces él insistió y...

El chico que cultivaba arrecifes | ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora