—¿Sabes? La primera vez que me emborraché fue en la azotea del departamento en el que vivía en Nueva York. —Comenzó a relatar Dylan. La forma en la que arrastraba las palabras evidenciaba lo borracho que se encontraba—. Llevaba conmigo una botella de Whisky, el más fuerte que dejó mi abuelo.
Esa noche el güero y yo estuvimos todo el tiempo juntos en esa mesa, al principio esperando a que Babi llegara, después permanecimos ahí por mera inercia. Nos excedimos bebiendo alcohol, pues de mi botella ya no quedaba nada. Ninguno le dio importancia, de eso nos preocuparíamos después. Sandy y Trevor estaban bailando en la pista y de vez en cuando regresaban a asegurarse de que siguiéramos con vida.
—También llevaba un blíster algo que me ayudaría a deshacerme de mí, porque ya estaba harto —él continuó con la historia. Su tono dejó de rozar lo hilarante, se le escuchaba molesto y a la vez triste, no podía definirlo.
De ese corto relato pude concluir muchas cosas, pero como tampoco estaba lúcido, me abstuve de formar teorías o de decir algo coherente, en cambio, solo exclamé:
—¡Y ahora estás aquí, pasándola de puta madre!
Dylan sacudió la cabeza y alzó los brazos. Ninguno estaba para memorias amargas, teníamos que seguir disfrutando del baile, aunque no hiciésemos más que beber y decir pendejadas sobre la gente que veíamos.
Sandy y Trevor no tardaron en llegar, también se balanceaban, pero todavía podían fingir sobriedad. La pelirroja hizo una pedorreta con la boca al vernos. Sin disimular, sacó su teléfono y comenzó a grabarnos. Debíamos lucir graciosos estando de pie, tambaleándonos y de vez en cuando sacudiéndonos como si tuviéramos comezón. En lugar de molestarme, le sonreí a la cámara e hice una seña que mostraba lo rudo que era. Casi de la nada, Dylan estrelló su cuerpo contra el mío y yo por reflejo lo abracé, violando por completo sus normas. Sandy cubrió su boca con una mano, mientras yo lo solté al instante y Trevor esperaba a que me empujara con violencia, pero eso no sucedió, en cambio, el güero pasó un brazo por encima de mi hombro.
Sandy sacudió la cabeza y nos tomó una fotografía a ambos, pues era un momento digno de capturar.
—Mándamela —le pidió Dylan, al tiempo que me soltaba.
—No la subas a Instagram, que de seguro parece que tengo un pajar en el cabello —reclamé, apoyé la espalda en una ventana y miré al suelo, enfocándome en lo mal que quedaban mis botas negras con ese pantalón de vestir café.
La pelirroja acató la petición, y después Dylan sacó su teléfono y comenzó a teclear en su celular.
—Ya sabes que no subo fotos, solo la quería para mandársela a Eleonor —respondió con orgullo tras guardar su teléfono—, quiero que sepa qué me encuentro bien, que puedo cuidarme solo y que tengo amigos increíbles.
—¡¿Tenías una novia en Nueva York?! —Sandy azotó las palmas en la mesa, asustando a Dylan.
—¡Eleonor es mi mamá! —él apretó el tabique de su nariz—. Y ella cree que es mala idea que haya venido a vivir acá, lejos de su control, pero me la estoy pasando de puta madre.
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El chico que cultivaba arrecifes | ✅
Teen FictionFrank y Babi son la pareja ideal a los ojos de todos, el problema es que ambos se han enamorado a la vez de Dylan Friedman, el chico nuevo del colegio. 🪸🐠🪸 Frank y Babi están su último año de preparatoria y mientras él no podrá continuar con sus...