Simon, el padrastro de Dylan, era un hombre sencillo y de fácil trato. Incluso, en ese momento en el cual yo me hallaba sin ánimos para charlas sobre trivialidades, se las ingenió y pudo sacarme un par de oraciones con el objetivo de conocerme mejor. Además, era hábil, pues no tocó el tema de mi relación con su hijastro. El pequeño Nick yacía en su carriola, dormido, mientras su padre y yo bebíamos malteadas; yo elegí una de triple chocolate —mi nuevo sabor favorito— y él una de vainilla, haciendo alusión a su sencillez.
La calma imperaba en la mesa, eso hasta que Eleonor y Dylan aparecieron. El güero iba delante de su madre, con las manos dentro de sus buchacas y la cabeza abajo, entretanto, la mujer andaba a pasos rápidos y le decía algo a su hijo. No alcancé a escuchar, pero ya me imaginaba de qué iban esos parloteos.
Y, una vez ambos estuvieron en la misma mesa que nosotros, me lo confirmé.
—Debes volver conmigo, entiéndelo —exigió Eleonor—. Tienes dieciséis años, todavía me necesitas.
—Lo he estado haciendo bien. —Dylan se colocó cerca de mi asiento y apoyó la mano en la mesa—. He conseguido mucho aquí, cosas que jamás creí que podría lograr y lo estoy haciendo solo, ¿por qué tanta insistencia?
Madre e hijo acapararon la atención del resto de los comensales, lo que incrementó la tensión en el ambiente.
—Has tenido suerte de que todo haya salido bien, pero no puedes estar más así, ¿y si algo te pasa? —Eleonor se quedó del lado de su esposo, cruzó los brazos y frunció el entrecejo.
—Tengo a tu tío cerca, también amigos con los que apoyarme y un novio que siempre sabe qué hacer como Frank. —Aunque no subió la voz, el tono de Dylan mostraba estrés—. ¿Por qué insistes en cuidarme igual que a un niño? Para eso tienes a Nick. Ya casi tengo diecisiete y en un año iré a la universidad, algo que ninguno pensó que podría lograr. ¿Qué debo hacer para que reconozcas que soy capaz?
—¡Comprende que no puedo tratarte como si fueses cualquiera! —soltó la mujer, a pesar de su postura imponente, sus ojos dejaron caer algunas lágrimas.
—¡Pero yo soy cualquiera! —gritó Dylan, atrayendo la atención de más personas y también despertando a Nick.
Simon se levantó con rapidez a pasear el bebé en lo que la discusión mermaba. Me pregunté lo qué debería hacer, pues me daba miedo quedarme, pero también sería extraño para el hombre que lo siguiera. Al final, decidí permanecer ahí, apoyando a mi güero.
—¿Y no estarías mejor? —Dylan tomó mi malteada y le dio un sorbo—. Ya tienes un hijo que te dejará salir a donde quieras. Uno al que no tendrás que cuidar todo el tiempo y que podrás presentar a tus amigas sin que te digan: «Oh, qué lindo es, lástima que haya nacido enfermo».
La mujer abrió los ojos tanto como pudo, mientras Dylan le daba otro sorbo a la malteada, acabándosela. Entretanto, yo no podía hacer más que fingir que no existía.
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El chico que cultivaba arrecifes | ✅
Teen FictionFrank y Babi son la pareja ideal a los ojos de todos, el problema es que ambos se han enamorado a la vez de Dylan Friedman, el chico nuevo del colegio. 🪸🐠🪸 Frank y Babi están su último año de preparatoria y mientras él no podrá continuar con sus...