Capítulo 14: Entre aviones a escala y cambios de apariencia

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Pegué un respingo que casi me tira de la motocicleta, pero alcancé a voltear con celeridad hacia atrás

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Pegué un respingo que casi me tira de la motocicleta, pero alcancé a voltear con celeridad hacia atrás. Ahí estaba Trevor, cruzado de brazos y con su odiosa sonrisa ladina.

—¡¿Cómo me atrapaste?! —pregunté, desconcertado.

—Te vi todo el tiempo por el retrovisor, pero no le dije nada porque quería molestarte.

Me bajé del vehículo y me puse frente a él, era más alto y fornido, pero eso no iba a intimidarme.

—¿Cuál es tu plan? —espeté, al tiempo que lo apuntaba.

—Traer a mi novia y un amigo a comer pizza a mi casa.

—¡Te conozco, no es posible que seas anormalmente amable con Dylan sin que haya alguna trampa de por medio!

Conocí a Trevor en primer año, en clase de Biología. No nos sentábamos juntos. Él tenía su grupo y yo iba a lo mío —fingir que prestaba atención cuando en realidad jugaba ajedrez en el teléfono a escondidas—, a pesar de eso, logré formarme una impresión suya, una que no era muy positiva. Trevor y sus amigos interrumpían la sesión y se creían los dueños del salón, usaban los asientos que les daba la gana dependiendo del día, haciendo que el resto tuviéramos que movernos. Cuando me volví novio de Babi y caí en cuenta de que tendría que compartir mesa con él y con la odiosa Sandy, tuve que tragarme mi reticencia e intentar ser amable, sin embargo, no funcionó al ser Trevor fanático de vulnerar e incomodar a los demás.

Él dejó su pose, lanzó un largo suspiro y guardó las manos en las buchacas de sus pantalones deportivos.

—No haría algo como eso, no asumas que me conoces, Frank.

—Entonces, ¿por qué eres tan amable con Dylan?

Desvió la mirada y se enfocó en su casa, sus hombros estaban abajo y, por alguna razón, me pareció que también bajó sus defensas.

Era un logro, jamás lo hacía.

—¿Podríamos pasar a mi casa y dejar este absurdo? —sugirió, harto de la situación.

Crucé los brazos y asentí con la cabeza.

—Pero si dices una cosa inapropiada, cualquiera, te saco a patadas —me amenazó, tras esto, dio la vuelta y comenzó a andar.

—Lo mismo para ti si le haces algo a Dylan.

No me respondió, solo continuó su camino. Lo primero que noté cuando entré fue la casi total ausencia de luz artificial. No había focos encendidos, lo único que iluminaba el espacio eran las ventanas y el televisor de la sala de estar.

—Buenas tardes —saludé cuando dejamos el pasillo de la entrada.

Trevor y todo lo relacionado con él me desagradaba, pero no por eso me iba a olvidar de lo que me enseñaron acerca de modales. Nadie respondió mi saludo, lo cual me extrañó, pues era evidente que había alguien cerca por el televisor encendido. El atleta colocó una mano en mi hombro, indicándome que me diera prisa. Cuando nos adentramos en la sala de estar, descubrí quién me había ignorado: una niña de no más de trece años. Ella se encontraba sentada en el sillón más grande, absorta en las imágenes del televisor y comiendo con avidez cereal de chocolate de un tazón que descansaba en su regazo.

El chico que cultivaba arrecifes | ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora