Estuve preguntándome durante toda mi jornada laboral la razón por la que Dylan no había venido a verme como siempre lo hacía. Llevábamos menos de una semana siendo novios, se suponía que debíamos mantenernos pegados el uno al otro como si fuéramos unas sanguijuelas. Le había mandado un mensaje a mitad del día, pero no recibí respuesta alguna hasta que llegó la hora de cerrar la tienda.
[Mi güero: Ya sé que me mentiste sobre lo de Babi. Necesito que vengas a casa de Sandy. Ahora.]
Si los estantes de cristal no fuesen tan costosos, habría estampado mi cabeza contra ellos para provocarme heridas letales y no tener que enfrentarme a las consecuencias de mis mentiras. No podía culpar a nadie más que a mis celos e inseguridades. Babi solo me pidió que no le dijera a Dylan lo de consejería, pero no mencionó nada sobre todo lo demás. Y tuve suerte de que no saliera antes el tema durante los almuerzos, pues ella se la pasaba enfocada en guías de estudio y tareas. La mesa de la cafetería dejó de ser el lugar de chismes de Babi y Sandy, y ahora entre la pelirroja y Dylan intentaban hacer que ella dijera algo más que un par de monosílabos.
Mientras caminaba a mi motocicleta pensé en lo mucho que necesitaba un cigarro para mermar mi ansiedad. Por desgracia, tiré la cajetilla luego de que Dylan me atrapara fumando y me dijera que existían estudios que afirmaban que su consumo causaba impotencia sexual y reducción en el tamaño del pene.
Intenté concentrarme en el camino, pero mi mente se perdía entre soluciones para mi cagada, aunque no hallaba nada. Cuando llegué a casa de Sandy solo encontré estacionado el coche de Babi. Lo que quería decir que su madre salió, al menos ella no se enteraría de que era un mentiroso de mierda. Tragué saliva e intenté contar del uno al diez antes de tocar el timbre, necesitaba calmar mi mente, pero me harté cuando iba por el cinco y nada más lo hice.
Quien me abrió fue Sandy, y el moño alto que llevaba en el pelo solo acentuaba su expresión decepcionada.
—¿Cómo estás, mentiroso? —preguntó ella, puso las manos a los lados de su cintura.
—¡Solo déjame entrar! —ladré.
La empujé sin ser muy brusco, aunque soltó un quejido. Escuché la puerta cerrarse tras de mí, pero no me detuve, me urgía llegar hasta donde Dylan. Encontré al güero sentado junto a Babi en uno de los sillones de la sala de estar. Me detuve en seco, no podía acercarme demasiado, aunque quisiera hacerlo. Él ni siquiera se volvió a verme, pero sabía que se percató de mi presencia. Entretanto, mi exnovia solo sonrió con ansiedad.
—¿Cómo supiste que te mentí? —le pregunté a Dylan. Di un paso al frente y puse las manos delante de mí.
—No es importante saberlo, lo relevante es que lo hiciste —contestó Sandy por él.
La pelirroja se encontraba detrás de mí y continuó andando hasta acomodarse en el mismo sillón en el que estaban sus amigos.
—¡Ya lo sé! —exclamé con frustración, al tiempo que azotaba los pies contra el suelo.
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El chico que cultivaba arrecifes | ✅
Ficção AdolescenteFrank y Babi son la pareja ideal a los ojos de todos, el problema es que ambos se han enamorado a la vez de Dylan Friedman, el chico nuevo del colegio. 🪸🐠🪸 Frank y Babi están su último año de preparatoria y mientras él no podrá continuar con sus...