Capítulo 34: Una y mil vidas

2.9K 316 416
                                    

—Solo iba a quedarme en México hasta octubre, pero he decidido que no quiero regresar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Solo iba a quedarme en México hasta octubre, pero he decidido que no quiero regresar. Mi deseo es morirme ahí. —Miró a la ventana con nostalgia, la noche se encontraba a punto de caer.

Me dio un escalofrío pensar en el momento en el que él que tuviera que partir. Apenas disfrutaba de tener un abuelo y estaba convencido de que no pudo tocarme uno mejor.

—¿Frank, te gustaría hacerme compañía? —preguntó—. Tengo un departamento pequeño al centro de la ciudad, viviremos ahí, usaremos mis ahorros y mi pensión, y si quieres, te consigues un trabajo allá. Puedes estar por unos meses y después regresar si descubres que eres más gringo que mexicano —se burló.

Sonreí con amplitud, pero este gesto se esfumó cuando recordé que esa decisión que cambiaría una parte de mi vida no dependía solo de mí.

—¿Tú crees que mis padres acepten? Digo, Verónica me acaba de golpear y puede que al marcharme empeore todo, porque iremos a ver a Ana y ya sabes...

—No será fácil, pero ella tiene que dejar que tomes las riendas de tu vida. Siempre lo has hecho, aunque te obligas a ti mismo a no hacer lo que quieres.

Odiaba que en tan poco tiempo me hubiera conocido tan bien y a la vez, esa era la razón por la que lo quería tanto.

—Papá parece apoyarme, pero es pusilánime y sé que no va a actuar. —Resoplé—. ¿Cuánto tiempo crees que le tome a tu hija aceptar mi relación o al menos resignarse? También ha manipulado a mis hermanos y eso me deja solo.

—No lo estás, me tienes a mí. —Sonrió con amargura—. Y no sé cuánto tiempo pasará, nada más no te desesperes. Como padres, a veces tenemos que elegir entre sostener nuestros prejuicios o conservar el cariño de nuestros hijos.

—Parece que no me va a quedar más que seguir yendo contra la corriente.

Él asintió.

—Tal vez esté siendo una mala influencia, pero puedes hacer el viaje a México aun sin permiso de tus padres, ya tendrás dieciocho para cuando suceda, ¿no?

—Así es, los cumplo en un par de meses.

La oferta me tentaba, pero si se me ocurría hacerlo como decía, existía la posibilidad de que mi madre y mis hermanos no quisiesen volver a verme, incluso papá se enfadaría.

—A ver, no te vas a ir como un fugitivo, yo lo hablaré con Verónica y Eric para amortiguar los daños.

—Lo voy a pensar —musité, al mismo tiempo que me levantaba de un salto de la cama.

—Y por favor, en lo que sea que elijas, no te olvides que también tienes que considerar a alguien más.

Las palabras del viejo hicieron que mi mente evocara la imagen de mi güero. Si me iba a México por tiempo indefinido, eso implicaría alejarme de él. Pensé en rechazar la oferta, porque por conservar esa relación me había metido en esas broncas, sin embargo, también existían otros motivos que ya no podía ignorar. Sí, sí me deprimía la idea de no hubiese algo más allá de graduarme de preparatoria y tener un montón de trabajos que acabaría por aborrecer. Tal vez solo retrasaría lo que ya estaba predestinado, pero me encontraba seguro que valdría la pena; al menos podría decir que hice algo relevante, como ayudar a mi abuelo a reencontrarse con el amor de su vida en otro país.

El chico que cultivaba arrecifes | ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora