Capítulo 35: Feliz cumpleaños, Frank

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—No entiendo por qué mi güero y tú insisten tanto con eso —farfullé, intentaba quitarle peso al tema y continuar aparentando que no me importaba—, y es que nunca me preocupé por esas cosas porque sabía que sería una pérdida de tiempo, ya que jamás...

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—No entiendo por qué mi güero y tú insisten tanto con eso —farfullé, intentaba quitarle peso al tema y continuar aparentando que no me importaba—, y es que nunca me preocupé por esas cosas porque sabía que sería una pérdida de tiempo, ya que jamás podría ir a la universidad. Lo que creo es que no tengo vocación.

A veces pensaba que ese cuento era una farsa de la autoayuda y el capitalismo, y eso me consolaba cuando me desanimaba por no poseer una. Aunque me costaba sostener esa creencia; sobre todo porque era el único de mis amigos que no tenía una mínima idea de lo que le gustaría hacer en un futuro.

—No tiene que ser una carrera universitaria, solo algo a lo que quisieras dedicarte. —Babi se detuvo, habíamos llegado al salón en el que tomaría su siguiente clase—. Tal vez el tiempo que estés fuera del país puedas pensarlo.

No había confirmado nada todavía y tanto ella como Dylan lo veían igual a un hecho, pero ya había tomado una decisión rápida, ahí, en ese pasillo, y debía contársela, pues necesitaba que me diera su opinión. Revisé la hora en mi teléfono, todavía faltaban un par de minutos para que su clase comenzara y yo tuviera que ir a la mía.

—Creo que rechazaré la oferta de mi abuelo —solté con rapidez.

—¡¿Por qué?!

—La madre de Dylan y su familia se mudarán aquí. Y ya sabes que yo no soporto mi casa, así que pensé en irme, rentar un sitio miserable por acá y hacerme de un trabajo que me dé para lo mínimo necesario —respondí lo primero que pudo formular mi caótico cerebro, ni siquiera podía convertir el plan en palabras que me convencieran—. Así podría alejarme de mis problemas sin tener separarme del güero.

Lo que obtuve como respuesta de parte de Babi fue un buen golpe en la nuca. No esperaba menos de ella, yo también me hubiera dado un putazo a mí mismo por dejarme llevar por ese pensamiento intrusivo.

—Mañana cumples dieciocho, ya no pienses absurdos —masculló— y no lo digo porque esa idea tonta está basada en el apego que sientes hacia Dylan, sino que estoy segura de que eso no es lo que en verdad deseas efectuar y tampoco lo que él quisiera que hicieras.

—Tienes razón —bufé—, pero no sé qué es lo que quiero hacer con esto.

¿Por qué todos sabían tanto de mí y yo no poseía idea de nada? ¿Tenía muy poca autopercepción?

Los dos minutos que nos quedaban se habían agotado. Sin decirle algo a Babi, di media vuelta para emprender mi camino hasta la siguiente clase.

—¡Solo piensa bien antes de rechazar o aceptar cualquier cosa! —exclamó.

Sonreí con amargura, pues barajar mis opciones era lo único que había hecho desde que recibí la propuesta del viejo.

Sonreí con amargura, pues barajar mis opciones era lo único que había hecho desde que recibí la propuesta del viejo

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El chico que cultivaba arrecifes | ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora