Capítulo 32: Métodos ineficaces para cobardes

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Sabía que mi madre llegaría a eso de las seis de la tarde, por lo que preparé una coartada para que Dylan y yo no tuviéramos que encontrárnosla en la cena

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Sabía que mi madre llegaría a eso de las seis de la tarde, por lo que preparé una coartada para que Dylan y yo no tuviéramos que encontrárnosla en la cena. No me compliqué, solo le mandé un mensaje a Babi pidiéndole que viniera por nosotros en cuanto saliera de clases y que nos dejara estar con ella hasta que fueran por lo menos las once, hora a la que mi progenitora se iba a dormir.

[Babi: ¿Se puede más tarde? Tengo que comprar la despensa saliendo de clases.]

[Yo: Te ayudamos, pero sácanos de aquí.]

—Creo que la vas a asustar —dijo Dylan, tenía la barbilla apoyada en mi coronilla.

Hice una mueca. Mi novio decía la verdad, me leía desesperado. Y lo estaba, aunque no tenía por qué exteriorizarlo.

[Yo: Los dos estamos bien, pero necesitamos irnos de aquí. Te lo contamos cuando nos veamos.]

Si Dylan no estuviera recién salido del hospital, me lo habría llevado al parque a enseñarle a andar en patineta hasta la medianoche o tal vez hubiera ido más lejos e iríamos a dormir al muelle a las afueras de la ciudad, como lo hice con Babi cuando todavía éramos novios. Mis pensamientos fluían con más velocidad que siempre, por eso me costaba dar con soluciones coherentes, además, ya mucho me esforcé por cubrir el drama en la llamada que tuve con Eleonor al mediodía.

La mujer le marcó a su hijo para preguntarle cómo estaba y qué hacía. Dylan pudo omitir la discusión de ayer de la conversación y pensé que todo resultaría un éxito, hasta que ella le pidió hablar conmigo. No fue una charla complicada, pero cuando Eleonor me preguntó por qué no fui a clases, me vi en la obligación de inventarme un pretexto cursi.

—Es que no quería dejar a Dylan, en mi casa todos lo aprecian, pero él se siente más cómodo cuando estoy cerca.

La respuesta la dejó tranquila, y en cuanto se despidió de mí y colgó, mi corazón volvió a latir a un ritmo saludable. Aquello me confirmó que debía hacer todo lo posible por ahorrarnos momentos así, por eso, pedirle a mi ex novia que viniese por nosotros era lo más sencillo.

—Ya está respondiendo —mencionó Dylan mientras apuntaba a mi teléfono.

[Babi: Ya casi terminan clases, estaré ahí en un rato más.]

Mi güero y yo lanzamos un largo suspiro. El día había sido tranquilo porque Verónica se marchó, pero era necesario que continuara así.

—Al menos mañana por la tarde no estaremos aquí. —Dylan se sentó en el suelo con las rodillas pegadas al pecho—. Aunque, no sé qué sea más incómodo para ti, ¿ir mañana a comer con mi familia o estar con Verónica luego de lo de ayer?

—Las dos opciones están igual de culeras, pero creo que la primera es por mucho mejor, por eso no le inventé un pretexto a Eleonor cuando lo sugirió en la llamada. —Apreté el tabique de mi nariz—. Al menos está fingiendo muy bien que ya no me odia.

El chico que cultivaba arrecifes | ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora