Capítulo 33.

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Iba a toda velocidad esquivando cualquier vehículo que estuviera en su camino. Sé pasó todos los semáforos rojos y las llantas del vehículo chillaron con fuerza al momento que salió de la ciudad llegando a la autopista. Su semblante era duro y tosco. Sus ojos reflejaban odio y una oscuridad profunda. Sostenía el volante con una fuerza bruta soltando maldiciones. Su pecho subía y bajaba con fuerza. Las lágrimas amenazaban con salir y su nariz se tornaba roja por las fuertes emociones que estaba sintiendo.

Faltaban solo viente minutos para llegar y comprobar con sus propios ojos que todo lo que había escuchado por teléfono, fuera real. Por un momento deseaba que fuera una jodida broma, pero, al parecer no, por qué todo se esfumó cuando vió varias camionetas negras estacionadas sobre la autopista. La noche caía y la temperatura bajaba. Todos notaron el auto del sicario llegar, por lo que, se sintieron tensos. Uno que otro se encontraba en su auto cerca de la entrada que era un desvío hacia la mansión privada del sicario, tomó su teléfono y llamo rápidamente a Choi.

—Está aquí.—habló.

El sicario sentía su sangre hervir con tan solo ver la cantidad de autos qué estaban invadiendo su zona. Tragó duro recordando la plática con Choi y apretó los dientes soltando un gruñido y manejando con fuerza hacia el camino que daba hacia su mansión. Las camionetas lo siguieron saliendo de la autopista dejándola libre. El sicario tenia el pulso acelerado y comenzaba a sudar frío. Pisó con más fuerza el acelerador y en cuanto divisó entre los grandes árboles su mansión, sintió el retumbar de su pecho.

Estacionó el auto toscamente frente a su mansión notando a los demás vehículos llegar detrás suyo. En cuánto bajó, miró a todos con odio y apretó la mandíbula con fuerza. La puerta de su mansión estaba abierta y en cuanto dirigió sus pasos hacia esta, se detuvo. En cuanto ingresó a la entrada quedándose totalmente quieto. Su mirada se detuvo en los vidrios rotos, en los cuadros dañados en el suelo y todas sus decoraciones de cerámica hechas trizas. La sangre le hervía en adrenalina y apretó con fuerza su garganta tragando con mucha dificultad.

Sé adentró caminando lentamente observando todo el desastre en el pasillo de la entrada hasta que llegó al centro de la mansión. Detuvo sus pasos observando todo con detenimiento y desvío la mirada hacia la cocina. Yoongi se detuvo de golpe al ver finalmente al sicario de pie con los ojos inyectados de ira. Tragó duro sintiendo su cuerpo paralizado. No pudo mencionar una sola palabra al sentir la mirada pesada y tosca del sicario sobre él. Quiso retroceder, pero, en ese momento las presencias de Choi, Namjoon y Hoseok, aparecieron saliendo de la sala principal.

Todos estaban en silencio y solo podía sentirse el ambiente tenso y escalofriante. Miraban al sicario, el cual, miraba con intensidad a Yoongi, por lo que,  desvío la mirada hacia Namjoon. El moreno al conectar la mirada con el menor, asintió leve. Era un momento muy difícil de explicar y bastante doloroso, pero, siendo en un mundo como ese no había ni una pizca de empatía. Choi observó a Namjoon y luego de reojo a Yoongi tomando la iniciativa.

—Vante.—habló acomodándose las gafas.—Acómpañame.

El sicario apartó la mirada de Yoongi y observó a Choi. Notó como este caminaba hacia la sala de estar y se adentraba. Fue tras él, pero, jamás pensó encontrarse con semejante escena. Había sangre por todas partes. Rastros de esta misma por el suelo. Choi intentó hablar, pero la presencia del sicario pasar a su lado le robó el aliento. Observó como el sicario se acercaba a la mesa central. Sus ojos color miel que destellaban ira, miraron aquel cuerpo sin vida cubierto con una sábana blanca sobre aquella mesa central.

𝐔𝐍𝐀𝐂𝐂𝐎𝐔𝐍𝐓𝐀𝐁𝐋𝐄 | TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora