Capítulo 36.

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Después de masacrar y tener los órganos del cuerpo mas valiosos de Kang, ahora se encontraba llegando a su departamento lujoso que no era un lugar secreto pero que estaba muy bien vigilado. Apagó el auto y bajó con una maleta negra de tela en su mano. Caminó hasta el edificio retirándose los anteojos negros de sol y colocandolos encima de su cabeza. Entró observando el lugar y segundos después dirigiéndose al elevador. Presionó el botón y en cuanto las puertas se abrieron entró. Bastó cinco minutos para que llegara al piso donde estaba su habitación y salió sacando su tarjeta, la pasó en el pequeño monitor y en cuanto le dió acceso, entró.

Dejó la maleta a un lado y se retiró la chaqueta. La luz del día entraba con fuerza por la ventana que no pudo evitar fruncir el ceño por la fuerte iluminación. Y si, era un nuevo día después de haber disfrutado la agonía de Kang. Hoseok y Yoongi se habían encargado de limpiar todo, mientras que él terminaba de aclarar algunas cosas sobre el plan de mañana. Así que tenían solo un día para prepararse y tener todo en orden. Lo bueno es que el sicario era muy bueno y bastante inteligente para armar un plan en un solo día.

Loco ¿No?

Suspiró pesado y caminó hasta su habitación abriéndola.

Sus ojos captaron aquel delgado y delicado cuerpo que descansaba sobre su enorme cama. Se retiró los lentes dejándolos sobre la pequeña mesa de noche y tomó asiento sobre la orilla de la cama. Ladeó su cabeza examinando el rostro maltratado, golpeado, herido y cortado de Jungkook. La boca la tenía en mal estado y juraba que si se habia pasado ese día.

Pero le valía mierda.

Una personalidad cómo él no sentía remordimiento o culpa alguna, al contrario, le encantaba disfrutar del dolor del otro. Y claro que amaba ver el dolor que causaba en Jungkook.

Su grande mano se deslizó por el brazo tan frágil del muchachito. Se encontraba tan débil y consumido por el agotamiento que llevaba muchas horas durmiendo. Y claro que se entendía por qué el sicario le había metido un sedante siendo un hijo de puta que pudo haberlo matado, pero bueno, no era algo de sorprenderse por qué tonto tampoco era. Delineó con mucho cuidado el rostro de Jungkook y sonrió de lado ahora pasando el dedo pulgar sobre los labios heridos y maltratado de este. Le encantaba sentir esa sensación y moría de ganas por volver a besarlo, pero debía contenerse por qué estaba consciente que Jungkook estaba bastante jodido.

Y todo por causa suya.

—Desde que entré no has dicho ni una sola palabra.—su voz ronca resonó por toda la habitación.

Su cuerpo tembló al escuchar la voz del sicario dirigirse a él. Alzó su vista con los ojos bañados en lágrimas temerosas.

—L-lo siento, es que estaba...-

—¿Pensando? ¿En qué, Jay?.—se giró a mirarlo.

El joven chico dejó escapar un par de lágrimas. Los ojos del sicario lo miraban con una profundidad que le transmitía miedo y una amenaza escalofriante. Lo había sacado del hospital y lo citó en este departamento donde ahora se encontraba observando al sicario y un niño muy joven sobre la cama en un estado terrible. Conocía bien quien era y con solo saber a qué mafia pertenecía le helaba la sangre y el miedo le rasgaba la piel.

Jeon Jungkook.

Jamás pensó que su sorpresa fuera otra. Había llegado con la idea de que el sicario lo había citado por qué se encontraba enfermo o herido, por qué mayormente cuando le llamaba era por esas dos únicas razones o cualquier tipo de trabajo. Pero jamás imaginó algo como esto.

𝐔𝐍𝐀𝐂𝐂𝐎𝐔𝐍𝐓𝐀𝐁𝐋𝐄 | TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora