Sábado por la tarde, y era uno de los primeros invitados en llegar al cumpleaños número 3 de Rossie, la hija de Matt y Lana, mi ahijada. Tenía serias dudas de quien asistiría, para ser más preciso, si Julieta vendría o no, dado que Lana no es su amiga, pero Matt sí. Yo no podía faltar por nada del mundo, pero rogaba que Julieta no asista, no quería soportar tenerla frente a mí.
Y para esclarecer mi duda existencial, ella apareció por la arcada del jardín junto a Chris. Yo intento no mirarla, pero me es imposible, camina meneando sus caderas, con su largo y negro pelo al viento, ríe de algo que sólo ella y Chris saben, y no se percata de mi presencia hasta que me ve, y la sonrisa se le evapora. Se repone rápido y desvía la mirada como si no me conociera. Yo estoy sentado en una mesa redonda junto a la de Lana, comparto asiento con Phil y su mujer, con Stev y Marian, y supongo que los otros dos lugares que hay libres, serán ocupados por ellos dos. Pero me sorprende cuando Chris va hacia la mesa de su familia, ya que él y Lana son primos, y Julieta lo acompaña.
—Ni siquiera vino a saludar —se queja Stev y ríe.
—Ya sabemos por qué —se queja Marian y se levanta para caminar por entremedio de las mesas.
—Comienzo a sentirme incómodo entre mis propios amigos —comento y bebo un poco de gaseosa que Stev me sirve.
—¿Incómodo por qué? Por favor Et, somos grandes, es obvio que Julieta no va a venir para acá —aclara Phil.
—No digo que quiera que venga para acá —explico obvio—, sino que los demás se molesten porque si estoy yo, ella no está.
—Está en la misma reunión amigo, despreocúpate.
A los pocos minutos a quien veo llegar es a Tobías y Caleb, y los lugares vacíos de la mesa son para ellos. Me alegra mucho que haya salido del clóset, es una persona más feliz y menos desagradable ya que no tiene que fingir nada. Paseo mi vista por todo el lugar para distraerme, es una casa quinta dónde Lana siempre hace las fiestas de cumpleaños, hay muchas plantas enormes que delimitan diferentes espacios, y una pista enorme en el centro donde bailan o hacen algún entretenimiento para los niños. La decoración es preciosa y delicada, justo para una niña como Rossie.
—¿Qué quieres tomar amigo? —consulta Matt cuando llega junto a mí.
—Con esto estoy bien —señalo mi vaso—, hasta más tarde nada de alcohol.
—Gracias por el regalo, ha sido muy generoso de tu parte —aprieta mi hombro—, ¿damos una vuelta?
—Sí —acepto.
Al ponerme de pie tengo una amplia visión de todo, y no puedo evitarlo, siempre mis ojos terminan en ella.
—¿La estás pasando bien? —consulta, saca un paquete de cigarros y me ofrece a lo que niego con la cabeza. Ya no fumo.
—Sí, muy lindo lugar —Matt fuma y tiene la mirada perdida en el cielo, atardece—. ¿Y tú?
—Estoy cómo puedo, amigo...
—¿A qué te refieres? —consulto no entendiendo.
—Vamos a separarnos.
—¿Qué? —inquiero.
—Venimos mal de un tiempo acá, y ya estamos por tomar la decisión.
—Lana no me ha dicho nada —comento desconcertado.
—Ya sé, por eso te lo cuento yo.
—¿Y por qué tú y no ella? —intento entender.
—No lo sé —se encoge de hombros y larga el humo cuál chimenea—, me mandé una cagada muy grande Et.