Capítulo №21

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No es mi cama, no estoy en mi casa, aunque el olor y los ruidos son familiares, tardo unos segundos en tocar la sabana por debajo de la almohada y abrir los ojos por la luz que golpea mi rostro con violencia. Al abrir los ojos me asusto de ver a Et en cuclillas frente a mí, justo al borde de la cama, viéndome con una enorme sonrisa. Hacía muchos años que no tenía un despertar tan hermoso como este.

—Buen día —saluda Et y corre el cabello de mi cara.

—¿Qué estabas haciendo? —pregunto con los ojos entrecerrados, debo verme fatal.

—Intentaba despertarte, pero sigues durmiendo como un oso.

—¿Qué hora es? —consulto.

—Las ocho.

—¿Y por qué me despiertas tan temprano? —inquiero no creyéndolo. No había necesidad.

—Salgamos a correr —propone.

—Quiero dormir, y luego desayunar —ruego.

—Salimos a correr y desayunamos en el pueblo —insiste.

—Estás loco —me quejo y hundo mi cabeza en la almohada.

—Más tarde va a hacer mucho calor y lloverá, aprovechemos ahora a hacer algo juntos —pide y frota mi espalda haciéndome un masaje.

Me quiero dormir otra vez, pero me da una nalgada y hace despertar a la fuerza.

—Te espero en la sala, tienes todo en el baño de aquí.

Cuando escucho que sale de la habitación tomo asiento en la cama y me tapo los ojos por la terrible luz que hay. ¿Por qué se despierta tan temprano? ¿Por qué despertarme a mí? Camino al baño como un zombie y cuando me veo al espejo me asusto, Dios mío, si después de verme así aún le gusto, lo haré siempre. Doy un vistazo a la bacha, y sonrío al encontrar un cepillo de dientes nuevo en su empaque, como los que yo tengo en mi casa siempre, y otro detalle, es la pasta de dientes infantil de sabor fresa. La tomo en las manos y sonrío como una idiota, me remueve todo dentro que recuerde algo tan pequeño como que yo uso pasta dental de niños. Cuando termino de arreglarme busco en el bolso que dejé en la cómoda y saco deportivos cortos y musculosa, también mis zapatillas de correr y una colita para sujetar mi pelo en lo alto.

Al salir lo encuentro sentado en el sillón, con los codos apoyados en las rodillas, el ceño fruncido y su vista y dedos perdidos en el teléfono celular. Totalmente abstraído de la realidad y no dándose cuenta que me acerco. Hasta que me aclaro la garganta y levanta la vista y bloquea el teléfono. Y aunque es casi imposible, su amplia sonrisa me enamora un poco más, y digo imposible porque lo siento en el cuerpo, no cabe más, no cabe nadie, era literal cuando le decía que iba a explotar de amor.

Pero no puedo demostrarlo, no aún.

—¿Lista? —consulta.

—Lista —afirmo.

Et se coloca el teléfono en un sujetador del brazo y se pone de pie para salir de la casa. Es verdad, no hace tanto calor y el cielo se ve bastante nublado.

—No sabía que iba a llover —comento mirando el cielo.

—Después seguro baja la temperatura —comenta él—, es lo que extraño de España, allá ahora hacía frío —se lamenta.

«¿Es lo único que extrañas de allí?», pensé, pero no me atreví a decir en voz alta, no quiero generar más roces, sobretodo cuando veo que las intenciones de Et parecen genuinas, pero todo es demasiado bueno para ser cierto, y debo tomarlo con calma. Siento que a penas lo estoy conociendo, es rarisimo.

Perpetuo Caos #4 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora