Capítulo №31

234 44 11
                                    

Cada momento de mi día era una agonía lenta y tortuosa, tenía el corazón más que roto, simplemente seguía caminando porque había aprendido a fingir que todo estaba bien. Venía tambaleando desde la mentira de Et, luego de enterarme del embarazo, y tercero, la muerte de Alexis y el pequeño acercamiento fallido hacia él. Cuando me pidió irme volvió a remover la vieja herida que nunca deja de sangrar, si había alguna esperanza de cambiar de parecer respecto a seguir con mi embarazo, la descarté ese día.

Et era así y esa faceta suya de querer alejar a la gente en momentos críticos nunca iba a irse. Me sentí reemplazable, descartable, nada lo suficientemente importante para tener en su entorno. Me dolía, pero también me lo esperaba, daba gracias a su comportamiento para no hacerme dudar de mi decisión ya que Phil me había conseguido un turno para la interrupción en dos días, ambulatorio, podría volver a casa y con reposo en unos días nada habría pasado.

Cuando me miraba el abdomen al espejo no podía evitar llorar y lamentarme por tener que hacer algo así. El bebé no tiene la culpa y lo sabía, quería que fuese todo distinto, pero no concebía una realidad en la que Et y yo pudiéramos ser padres, ni juntos, ni separados, iba a ser un dolor de cabeza para toda la vida, y yo ya tenía en claro que él al igual que yo, no teníamos esos planes en mente.

El destino nos mostró en muchas oportunidades que lo nuestro no era bueno, había empezado con el pie izquierdo, ¿por qué seguir intentando? Ambos habíamos tirado la toalla.

Se me caía la cara de vergüenza en la oficina por mi repentino escape del restaurante, ya todos sabían de mí descompostura y hasta bromearon con un supuesto embarazo, si tan solo supieran lo delicada que puede ser esa broma, no la harían así tan a la ligera. Trato de ponerme al día con papeleo ya que en unos días me tomaré licencia por la interrupción y no quiero no siquiera contestar el teléfono.

Me apoyo en el escritorio, con mi cabeza colgando de ambas manos, cansada de solo pensar, de sentir, me siento fatal. Ethan va y viene a mí cabeza, me mata la culpa, se me cierra el pecho nuevamente y juraría que experimento un ataque de pánico.

—¿July todo bien? —pregunta la recepcionista de piso apareciéndose frente a mi escritorio.

—Sí, algo enferma quizá —miento y desvío la mirada a los papeles, cada vez que alguien me pregunta cómo me siento, me dan ganas de llorar.

—Te buscan en recepción.

—¿Quién? No tengo cita —aviso nerviosa pensando que pude olvidarme de algún cliente importante.

—Es que no tiene cita, ni siquiera es por trabajo, por eso vengo yo personalmente y no te hablé por teléfono, es el señor Ethan Connolly de Connolly& Connolly, preguntó directamente por ti y me resultó extraño, no estaba en ninguna agenda.

La sangre debe haberse ido no solo de mi rostro, sino también de mi cuerpo. Mi curiosidad aumenta.

—Qué raro que no me haya llamado a mí directamente —me quejo viendo mi teléfono, y recuerdo que lo tengo bloqueado de todos los sitios—, qué estúpida —me quejo en voz baja.

—Yo lo había visto en fotos y escuché mucho de él, sabía que estaba en el exterior y volvió por la muerte de su padre o algo así oí. ¿Lo conoces? —pregunta con una sonrisa pícara—, está buenísimo, qué hombre.

—Ethan fue mi pareja durante muchos años, hasta hace poco estábamos juntos.

Las mejillas se le ponen rojas de vergüenza y me da gusto por su indiscreción.

—No lo sabía —se queja.

—Es que soy muy reservada con mi vida personal, pero ahora ya lo sabes —sonrío falsamente—, y sí, está buenísimo, y eso solo de verlo, ni te cuento con probarlo.

Perpetuo Caos #4 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora