Ethan se había ido por la mañana temprano, tenía muchas cosas que hacer y nos veríamos en la fiesta de la empresa. 30 de diciembre, calor, un sol tan fuerte que me parte la cabeza en dos, pero aún así camino feliz y sonriente por la costanera Sur. A unos pocos metros encuentro a mi amigo estirando contra la muralla y decido sorprenderlo desde atrás pinchando en sus costillas.
—Buen día —saludo y beso su mejilla.
Chris me sonríe y mira algo inquieto.
—Serán buenos para ti, anoche tuve que bailar con Ámber y casi me quiebra una pierna, pensé que irías —lo último suena un poco a reproche.
Y de repente se me viene la conversación con Et durante la cena, el hecho de que todo el mundo sienta control sobre mí aunque yo piense que controlo mi vida.
—Perdón, surgieron otros planes y luego se hizo tarde para enviarte un mensaje.
Comienzo a estirarme y de reojo veo su mirada clavada en mí como si acabara de insultarlo.
—Puedes descontarlo de mi paga mensual —aviso.
—¡No es dinero! —responde alterado—, es que cuento contigo, y no es solo por anoche, es que en todo diciembre no has estado ni una sola noche en el club con lo ajetreado que está.
—Me vuelvo a disculpar, Chris —explico con los brazos en jarra—, sé que es un mes especial pero estuve en otras cosas, perdón.
—¿Cosas como Ethan?
—¿Importa en lo que ocupe mi tiempo?
—Me importa si es algo que te va a hacer daño.
—No es nada de lo que debas preocuparte, en serio —insisto.
Y comenzamos a caminar a gran velocidad en silencio.
—Puedes contarme lo que sea, soy tu amigo —se queja.
—No hay nada para contar —contesto—, cuando haya algo, serás el primero en saberlo.
Chris me da una mirada de soslayo y frunce sus labios no creyendo. Y tiene razón, no estoy sonando convincente, a él siempre le cuento todo, ¿por qué justo ahora no lo haría? Pero realmente prefiero ocultarlo, quiero que todo crezca por debajo del tapete, y cuando esté maduro, ahí podré salir al mundo. Aún no me siento preparada, admito que me siento la mujer más feliz del mundo, pero con Et nunca las cosas fueron constantes, y Chris justamente, es uno de los testigos de todo eso.
—¿Y hoy qué harás? —consulta.
—Está la fiesta de despedida de la empresa, voy con Tobías —miento.
—¿Y después?
—Ni idea, no sé qué tal será este año.
—Este tiene algo diferente a los demás...
Yo solo sonrío y niego con la cabeza, pero tiene razón, la última fiesta a la que asistí con Ethan fue hace 4 años, donde lo encontré con Megan en un depósito diciéndole lo mucho que la quería. Si toco mi pie aún recuerdo el dolor que me causó el corte de la copa que tiré mientras huía del lugar. El regadero de sangre, mi viaje repentino a la Costa, y toda esa situación de mierda. Justo hoy son 4 años cuando mi calvario comenzó.
—Es de disfraces —le comento.
—¿De qué irás tú?
—De nada en particular, un look muy rockero de los 60, todo con cosas que tenía en el armario, nada especial.
Comenzamos a trotar y mi cabeza va armando pequeños escenarios de la noche, de los conocidos, de las fotos, de la repentina cercanía que tengo con Et y que no sé cómo voy a manejar frente a todos. Comienza a preocuparme cómo voy a mantener las malditas apariencias, porque me da pánico que todos me vean con él. Ni siquiera me siento segura de contárselo a mi mejor amigo, ¿Cómo haría para que Tobías lo sepa? ¿Y si se ofende por no querer declarar lo nuestro tan pronto?