Capítulo 40

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Tenía mucho estrés acumulado, lo sentía en el temblor de mis manos y en los espasmos al dormir, eran ataques de ansiedad que me generaba no saber qué mierda estaba pasando. Sobre pensar era mi deporte favorito, y me ayudaba golpear el saco del gimnasio como refuerzo, solo así podía sentirme en paz, haciendo varias cosas a la vez, mi cuerpo se purgaba de malos pensamientos intrusivos.

—¿Cuándo volverás a participar de una pelea? —pregunta alguien desde atrás, tardé un poco, pero descubrí quién estaba sin girarme.

—Nunca, ya no hago esas cosas. Sólo entreno por necesidad fisiológica y mental —aviso.

—¿Y cómo has estado? —consulta y ahora sí me detengo, abrazo el saco de boxeo y recupero la respiración.

—¿A tí por qué puede importarte? —me quejo y me doy la vuelta para ver a Jesse con sus pelos verdes loro y sus brazos en posición de defensa.

—Tranquilo, viejo, sólo te pregunto cómo estás, fuimos buenos amigos...

—Nunca fuimos amigos —corrijo—, solo me entrenabas y después te quisiste coger a mi novia, como no pudiste te volviste su amigo y después te juntaste con una rata.

—Yo no tuve nada que ver con eso, Et —se queja—, sí tenía una amistad con Lío, pero yo jamás tuve algo que ver con la mierda que pasó, perdí a mi amiga por eso, Julieta no me perdona lo que pasó con Lío aunque yo no tenga nada que ver.

Chasqueo mi lengua.

—Ya sabes el dicho: "dime con quién andas y te diré quién eres"...

—Me parece que se me juzga por algo que yo no he hecho —se queja.

—Se te juzga porque a la primera señal de violencia que ese hijo de puta tuvo con Julieta tú seguías siendo su amigo, ¡yo mismo vi como la agarró del cuello en una fiesta en mi casa! Ese día debería haberlo ahogado en mi laguna —espeto.

—Yo no lo sabía —se defiende.

—Bueno, te creo —me burlo—, está todo bien, pero espero que sepas que no te vas a volver a acercar a Julieta.

—¿Y por qué no? —inquiere—, después de todo ustedes están separados, ¿verdad? —consulta con ese tono de burla que me toca los huevos.

—No somos pareja, es correcto—confieso y tomo un trago de agua—, pero ella es la mamá de mi hija, es mi familia, y no te quiero rondando ahí, ni a tí ni a nadie, y en cuánto invadas mi territorio te voy a arrancar la garganta como un animal, sabes que miedo nunca tuve —advierto.

—¿Hay necesidad de tanta violencia? —pregunta burlándose, pero sé que, al igual que yo, odia ser amenazado

—No hay necesidad de violencia siempre y cuando no crucen los límites —explico y vuelvo a beber—, con los años me he vuelto un hombre pacífico, Jesse, pero dentro mío vive un asesino que cada tanto quiere salir a pasear —cuento y le sonrío.

—El único amigo que falta que le bajes es Chris, ya lo hiciste conmigo, con Josh, casi no le quedan amigos, ¿y dices ser un hombre nuevo?

—Chris por el momento no me ha dado motivos —respondo sincero—, Josh solo mostró la cara cortada al igual que tú, lejos.

—Como digas, viejo —levanta las manos y se va.

—Maldito gimnasio —murmuro para mí mismo—, voy a cambiar de lugar, aquí está lleno de hijos de puta.

—¿Ya te vas, Connolly? —pregunta uno de los preparadores físicos y asiento a medida que acomodo mi bolso y me dirijo a la puerta—, no hiciste nada de cardio —avisa.

Perpetuo Caos #4 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora