20 de noviembre, cumpleaños de Et. Este día al igual que mi cumpleaños eran fechas en las que había vivido cosas muy fuertes, para ambos en realidad, si repasaba cada oportunidad en la que volvíamos, siempre había un detonante que todo lo arruinaba, y los cumpleaños eran las ocasiones especiales. Afortunadamente eran solo recuerdos que cada día se disolvían más, de hecho, ya no me afectaban, todo lo contrario.
Caminaba por una de las avenidas principales de microcentro, llevé a Cony a consulta con el pediatra y yo a la doctora. Por fin había dejado atrás la anemia, estaba fuerte y con buen peso, lista para volver al gimnasio y salir de ese momento triste que tuve que pasar. Tenía muchas esperanzas y expectativas para mi vida, me sentía bien conmigo misma, tranquila, feliz, sentía que habían cerrado mis heridas, ya no tenía odio y resentimiento acumulado, me sentía libre. Me había perdonado a mí misma.
Sí, también había perdonado a Et, y no por la mentira de Karen, sino por todo lo que había pasado en nuestra vida juntos. Cuando Ethan me dijo que buscara ayuda, que tenía muchas cosas por resolver en las que él no podía ayudarme, me enojé muchísimo, tanto que comencé a odiarlo, sentía que me había abandonado una vez más, pero tenía razón, y después de resistir y ahogarme con mi propio veneno, decidí hacerle caso. Comencé a trabajar en eso con la terapeuta, a buscar, y sí, estaba tan lastimada pero aún así no lo notaba. O no quería hacerlo.
Por primera vez podía mirarlo a los ojos y no sentir nada de reproche. Solo podía estar muy feliz por el papá que había elegido para mí hija. De eso no tenía nada que decir, Et estaba embobado con su hija y eso me ponía tonta a mí, no resistía verlo, era demasiado tierno. A veces recordaba mi embarazo perdido, y lo mal que estábamos ambos ahí, él no estaba preparado bajo ningún punto de vista para afrontar algo como ahora.
Como papá era un 10.
Nuestra relación era pura y exclusivamente de padres, no había un nosotros, en ningún momento nos confundimos o nos movimos de la raya, y cuando veía que Et se bifurcaba, me encargaba de ponerle distancia. Muchas veces no quería alejarlo, luché con mi bajo instinto de arrebatarle un beso en más de una oportunidad, pero no me lo permitía, yo tenía que poder superar todo, tenía que poder mejorar como mujer y persona sola, sin él.
Tal y como él lo hizo cuando se fue a España.
Sé que cada día estamos más lejos, y que esta separación es diferente a las otras, porque ambos maduramos, somos mentalmente estables o eso pretendemos, y además, nos acostumbramos a convivir. Quizá necesitábamos eso para poder votar nuestro hilo definitivamente, pero muy adentro mío no quería que se corte jamás.
Era difícil, puesto que estamos cerca pero lejos, nos amamos, sí, pero no sé si estábamos enamorados. Y ahí está otra verdad que me tenía escondida, cuando Et volvió de España el año pasado, dónde yo estaba reacia a estar con él, justo en ese momento me di cuenta que no estaba enamorada, no había logrado conectar con él, no de las formas en las que lo había hecho antes. Por eso lo negaba, por eso quería interrumpir mi embarazo, yo no me sentía enamorada de Et, solo añoraba al fantasma de él.
Y la verdad número 3, la más linda y dolorosa quizá, era que en todo este tiempo separados, dónde cada uno intentaba seguir adelante tratando de coexistir sin matarnos, conocí al verdadero Et, a su verdadera escencia sin ser dañado, fui conociendo cada una de sus capas, y fui enamorándome perdidamente de él, era amor puro y sano, de ese que no duele. Me preguntaba si él también me amaba de esa manera, si también había vuelto a conocerme... Pero no me permitía materializarlo.
Tenía miedo y había perdido las esperanzas de una nueva oportunidad para nosotros, quizá con nuestra nueva faceta de ser humano regular ya no nos podríamos querer. Quizá lo que nos gustaba era la toxicidad, las reconciliaciones sexuales y el ardor en el alma que teníamos. No había nada más que deseara que Et amándome desenfrenadamente, pero nunca lo ví y no creo que lo vea nunca. Era demasiado trabajo.