Capítulo 14: Repulsión

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Narra Ivy: 

No estaba siendo fácil. 

Sabía que Galia no merecía el trato que le había dado la noche anterior. 

Pero las palabras de Eduardo se repetían una y otra vez en mi mente, él siempre había sido un profesor bastante involucrado con nosotras. Trataba de que nunca nos sintiéramos solas y en muchas ocasiones sabíamos que podíamos hablar con él para que nos aconsejara. 

Cuando el día anterior mis miedos afloraron, pensando en que si de verdad podría acabar o no en el infierno por estar enamorada de una chica, no sabía con quién compartir mi preocupación. Sabía que Galia no me entendería, ella no había estado conviviendo con esas ideas de forma constante casi desde que nació. 

Sentía que no estábamos en la misma onda respecto a ese tema y cuando el profesor se acercó a decirme que me notaba preocupada por algo mis miedos se manifestaron. Obviamente, no le conté nada, pero si le pregunté que hasta qué punto me condenaría algo que la religión no aceptaría pero que yo no me arrepentía de hacer. 

Entonces, fue cuando me habló de que había formas de compensación. Hacer actos y obras que redimieran de aquello que aunque yo no consideraba como malo la religión no aceptaría como tal. 

Hasta ahí todo fue bien, me vi aliviada. El problema llegó cuando quiso averiguar qué era exactamente lo que me tenía tan preocupada. 

Conseguí ir dándole largas hasta que en un momento cuando entre una charla y otra caminé hacia el baño y me lo encontré de frente: 

- ¿Va todo bien?- preguntó al verme, asentí con la intención de continuar pero me detuvo con una mano en mi cadera. - Sé que es lo que te tiene tan preocupada, Ivy. - susurró detrás mía, no me estaba sintiendo nada cómoda con su contacto.

- ¿El qué?- pregunté nerviosa. 

- Te vi en aquella discoteca, hará dos o tres semanas. - recordé que fue una a la que fui con Lia una semana antes de su cumpleaños.- Desde entonces me cuesta ver la niña buena e inocente que pretendes ser en la escuela. - su mano me agarró de la barbilla y traté de apartarme.-  Siempre has sido de las más guapas de la clase, pero faltaba algo en ti, algo que cuando te vi bailar hizo que descubriera qué era.- su mirada pasó por mi cuerpo. - ¿Es eso lo que temes? ¿Qué te manden al infierno por como seduces a los hombres cuando bailas así en los antros? Bueno, aunque tal vez no sea solo a los hombres, con tu cuerpo puedes conseguir atraer e incluso a esa amiguita tuya. ¿Ella también te imaginará a su lado por las noches?.- Lágrimas se formaron en mis ojos, me sentí realmente asqueada, quería hundirme en la pared y desaparecer, me sentía desnuda pese a estar llevando ropa y solo quería cubrir cada parte de mí para que me dejara de ver. - Hablemos claro, estoy seguro que guardan algún secreto, así que, de ahora en adelante las tendré controladas. Y tranquila, yo nunca intentaría nada que te alejara del sendero del Sagrado, es eso lo que me mantiene cuerdo, pero deberías encontrar tú tu forma de redimirte por tentar con tu cuerpo cómo lo haces. 

Esa escena se repetía una y otra vez en mi mente, estaba asustada, quería llorar, huir de ahí, pero sobre todo proteger a Galia. Por eso consideré que alejarla de mí sería lo mejor. Cuando esa mañana el profesor dijo que fuera a ayudarle a preparar el material estaba casi temblando, no quería quedarme a solas con él. Aunque a la vez, me tranquilizaba las palabras que dijo de que nunca intentaría nada. 

En el desayuno mi pierna subía y bajaba cada vez a un ritmo más acelerado, mientras a mis pulmones les costaba conseguir aire, él estaba desayunando tranquilamente a mi lado e incluso puso una mano en pierna para detenerla. Salí del comedor en un intento de relajarme, pero apareció un fuerte dolor en el pecho que se me hacía insoportable. Trabajé en la respiración, presionando con fuerza la zona donde se encontraría corazón hasta que noté como el dolor disminuía. Esa mañana me había puesto un jersey verde, que era el atuendo que más me cubría de todos los que traía. Pero antes de ir a ayudar al profesor con el material, se me ocurrió una idea absurda que esperaba que la pelinegra perdonara y no se molestara. 

Sosteniendo tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora