Narra Galia:
Cuando Matías insistió en que fuéramos con unos socios a aquél pub jamás imaginé que volvería a encontrarme con la rubia. Y menos aun, que ella sería la chica por la que los socios nos dijeron de venir aquí. Al parecer era bastaste conocida en la ciudad por la hipnosis que todos sufrían por el arte de su baile.
Todo aquello me sonaba ridículo, al menos, hasta que descubrí que la misteriosa bailarina se trataba de Ivy. Desde el momento en el que vislumbré su silueta sabía qué se trataba de ella, porque aun después de tantos años sabía que la podría reconocer en cualquier sitio. Al ver sus movimientos en el escenario me di cuenta de que la hipnosis de la que hablaban no era para nada una exageración, me sentí hechizada por como la melodía parecía acoplarse a su cuerpo, mis ojos no conseguían apartar la mirada de ella, y cuando al fin los suyos se percataron de los míos parecíamos estar en una atmósfera aparte en la que sólo nos encontrábamos ella y yo. La actuación terminó mucho antes de lo que yo esperaba que lo hiciese y en un arrebato pregunté por ella a las camareras.
Era fascinante como sólo unos minutos viéndola abrió una grieta en el cofre en el que tan bien me había encargado de guardar mis sentimientos durante años. La muerte de Rosa me destruyó, la marcha de Ivy hizo que algo en mi se desgarrara, pero ya fue la muerte de mi padre lo que terminó de hundirme. El dolor se hizo tan grande, tan insoportable, una especie de neblina gris envolvió mi vida, y sólo me dedicaba a escuchar el patético latido de mi corazón esperando que se fuese apagando por segundos.
Me sentí sola, la casa se me quedaba grande y sentía que no había suficiente aire en la tierra para poder volver a respirar. Viví en el más absoluto dolor de la pérdida, e incluso un día me senté frente al espejo de mi habitación con un cuchillo entre mis manos.
Podría haber cerrado los ojos antes de poner el lado afilado sobre mi piel, pero en aquél efímero momento quería sentir el éxtasis de arrebatarme lo único que aún la vida no había quitado, miré mi propio reflejo sosteniéndome la mirada, encontrándome con el vacío que había en la misma. Levanté el brazo y sin titubear ni un segundo lancé el cuchillo a través de mi reflejo, los cristales se rompieron en pequeños trozos, de los cuales algunos atravesaron mi piel, ni siquiera me inmuté sino que me quedé estática con una sonrisa vacía en el rostro.
Un día me llegaron unos documentos en los que se me informaba de que mi madre estaba declarando mi incapacidad legal para quedarse ella con todos los bienes de mi padre, incluidos los negocios y todo aquello de lo que yo era heredera.
Aquél día saqué una cosa en claro, no podía dejar que mi madre corrompiera lo único a lo que mi padre había dedicado por completo su vida, eso me lo había dejado a mí, y era yo quien debía hacerme cargo. El dolor encontró su escapatoria en la rabia, y el que mi madre quisiera incapacitarme legalmente sacó todo lo cruel que tenía en mí.
Me marqué un nuevo objetivo, hundir a mi madre y reclamar lo que era mío por derecho. Pero el mundo legal y empresarial era un laberinto del terror en el que cualquier paso en falso podría llevarte a la derrota. Pronto aprendí que para sobrevivir en él tenía que soltar a la chica que una vez fui, convirtiéndome en otra distinta cuyo único objetivo era el poder restregarle en la cara a su progenitora todo lo que había sido capaz de conseguir sola.
Cuando sólo encontré dos caminos en medio de la soledad que me empujaba al precipicio: dejarme caer en él o aferrarme a la única cosa que podría darme un objetivo de vida, pese a que esto último significara tener que cambiar yo.
Si quería ser la mejor empresaria del país, y convertirme en una de las más adineradas para que mi madre rabiara de la envidia, tenía que tener un único objetivo centrándome solo en cómo tener éxito, lo cual no me resultaría difícil ya que sentía que no tenía nada más por lo que mereciera la pena luchar.
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Sosteniendo tu mirada
Teen FictionGalia Saralegui se vio obligada a asistir a una escuela en la que claramente no encajaba. Se había resignado a que la ignoraran, por eso le sorprendió que aquella bonita niña le hablara. Pronto, se dieron cuenta de que a pesar de que aparentemente...