Narra Reyes:
Odio. Asco. Impotencia.
Esas eran las tres palabras que definían lo que sentí al ver tranquilamente tomando un café a aquel maldito cerdo, exprofesor de educación física, que tanto quería golpear.
Él ya estaba libre, podía continuar con su vida, y mi morena nada más verlo mientras caminábamos entró en un ataque de pánico.
En aquel momento solo quería ir hacía él y tomar la justicia de mi mano, haciéndole sufrir a golpes un mínimo del dolor que él provocó en Clara. Y lo hubiese hecho, de no ser que tuve que centrarme en la chica que tenía a mi lado alejándola de allí y tratando tranquilizarla. Los ojos de aquél miserable se atrevieron a mirarla con una sonrisa torcida que me hubiese encantado eliminar.
Me llevé a la más alta de allí, y aquella tarde me la pasé en su casa hasta que llegó su madre.
Clara y yo ya no estábamos juntas, al menos no de la forma romántica en la que una vez estuvimos. Los años en la universidad pasaron factura a nuestra comunicación, y la falta de madurez hizo que no supiésemos llevar nuestro noviazgo por el buen camino, así que, decidimos romper.
Pese a ello, siempre sabíamos que nos tendríamos una a la otra, y éramos nuestra principal fuente de apoyo.
En parte, nuestra mutua preocupación por Galia consiguió que ni incluso en la época mala de nuestra relación dejásemos de hablar, ambas intentamos estar ahí para la pelinegra, íbamos a visitarla pero ella constantemente nos apartaba de su lado.
Las cosas no fueron sencillas, mucho menos cuando tuve que ver a Clara con otra chica, y ella tuvo que ver lo mismo conmigo. Sin embargo, era curioso cómo ninguna de nuestras relaciones duraban lo suficiente como para poder considerdarse importantes, y al final del día, siempre nos teníamos la una a la otra.
Ver a aquél hombre despertó todos los temores de la chica, y tras hablar con su madre tomamos la decisión de que lo mejor era alejarla de allí por un tiempo. La presencia de aquél maldito enfermo podría suponer una amenaza para ella, y sabía que no volvería a sentirse a salvo sabiendo que aquel miserable pudiese acercarse a ella. Yo sería capaz de cualquier cosa antes si quiera de que pudiese hacerlo.
Nada más hablé con Ivy y dio su consentimiento para que nos mudásemos con ella un tiempo, tomé los boletos, ayudé a empacar a la morena y subimos en un avión rumbo a España. Hacía años que no había vuelto a ver el terror en su rostro, ni el temblor en su cuerpo ante el más mínimo contacto, todo eso me rompía, lo que menos quería es que ella sufriese más de lo que ya había tenido que pasar.
El viaje en avión lo hicimos sentadas juntas y escuchando canciones de Billie Eilish. Me sorprendió que ella misma tomase mi mano entrelazando nuestros dedos y apretándola con fuerza.
Al llegar al aeropuerto pudimos distinguir a nuestra rubia, acompañada de Lia, y nada más recuperar nuestras maletas corrimos a abrazarlas.
Ivy estaba preciosa, se le veía feliz, y tan adorable como siempre al emocionarse por vernos.
- Tengo tantas ganas de mostraros todo, y tenéis que conocer a los de la banda. Lola es genial, os encantará.- Estuvo hablando ilusionada, mientras no se despegaba de Clara, sabía que era su intento de animarla y asegurarse de que estaba bien, la rubia era un trocito de sol en nuestras vidas y siempre se preocupaba al extremo por cada una de nosotras.
En cambio, la pelinegra no dijo mucho, y tras comer con nosotras se despidió con la excusa de que tenía cosas del trabajo que atender.
Ivy nos guió hasta su casa, mostrándonosla por primera vez fuera de la cámara por la que hacíamos nuestras videollamadas mensuales.
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Sosteniendo tu mirada
أدب المراهقينGalia Saralegui se vio obligada a asistir a una escuela en la que claramente no encajaba. Se había resignado a que la ignoraran, por eso le sorprendió que aquella bonita niña le hablara. Pronto, se dieron cuenta de que a pesar de que aparentemente...