Capítulo 32: Espejo

3K 207 53
                                    

Narra Galia:

Traspasar la puerta principal de las oficinas se sintió como una de esas entradas triunfales de las protagonistas de las películas. Todas las miradas se pusieron sobre mí, y sentí que estaba viviendo en un paralelismo de cuando tuve que andar hacia Ivy en el pasillo de nuestro anterior colegio al haberse hecho públicas nuestras fotos.

Solo que ahora había una gran diferencia, nadie se atrevería a decirme nada mientras yo fuera la jefa. La chica de recepción se quedó muda, y a diferencia de otros días no fue capaz de marearme con la lista de llamadas y visitas que tenía pendientes.

Cuando llegué a mi despacho, me senté en la silla, y por primera vez, era yo la que me sentaba en ese puesto, y no ese cargo el que me moldeaba a mí. Tenía el control bajo mi cargo, me sentía fuerte y libre, lo cuál sabía que iba a necesitar en aquél día.

No tapé mis tatuajes, mi cabello ya no caía por mi cintura, sino que estaba cortado muy por encima de mis hombros, y no llevé uno de mis tradicionales vestidos formales, sino que aquél día vestía unos jeans y una blusa blanca, tampoco utilicé tacones, sino que regresé a mis cómodas vans.

- ¿Te has vuelto loca?- Fue lo primero que escuché al cabo de una media hora trabajando. La voz de Matías inundó la sala, mientras la puerta se abría sin siquiera tocar.

- Buenos días, si Matías puedes pasar.- Contesté irónica.

- ¿Pero qué te has hecho?- Preguntó escaneándome de arriba a bajo.- ¿Sabes la de pérdidas que vas a traer al negocio? Ya hay socios en la puerta esperando a ver si esto era cierto, y otros hablan de retirar sus inversiones. Cómo te vean así lo del anuncio de nuestro compromiso no habrá servido de nada.- Habló casi histérico.

- Con respecto a eso...- Quité mi anillo devolviéndoselo.- No es justo seguir con esa farsa, merecemos ser libres de enamorarnos de verdad.

- ¿Estás terminando conmigo?- Rió irónico.- Pero, ¿qué te crees que estás haciendo?.

- Ser yo misma.- Le respondí con firmeza.

- Me debes casarte conmigo, de esa forma un porcentaje de las empresas pasarán a mi. - Ahora fue mi turno de reír.

- Pensé que por encima de todo éramos amigos. No eras nadie antes de que acepté por tu reputación y por tu familia salir contigo, deberías considerarte ya más que pagado con eso.

- Eres una maldita desagradecida, si no hubiera sido por mí no hubieses llegado a donde estás.

- Mi padre pasó su vida luchando por el negocio, cada una de las empresas las ganó él con su esfuerzo, es a él a quien tengo que agradecer. ¿Quieres saber qué es lo que has hecho tú? Ser un hombre y aprovecharte de ese beneficio. Pero ¿sabes? hombres hay millones en el mundo, sino hubieses sido tú sería otro, ni siquiera te has interesado nunca por trabajar de verdad más allá de socializar e ir a beber con los socios, así que, no vengas exigiendo derechos que no te corresponden. Demasiado que puedes quedarte con la casa en la que nos estábamos quedando por las molestias.

- ¿Crees que ellos seguirán a una mamarracha cómo tú? Nada más hay que ver las pintas que traes para que todos quieran retirarse de los negocios.

- En ese caso, que se vayan. A partir de hoy habrá una nueva política de empresa, ya es hora de que los hombres dejéis de dictar las normas de etiquetas, unas que sólo se nos aplican a las mujeres. Para ser empresaria no es necesario tener a un hombre al lado, ni mucho menos, tener que ponerse unos estúpidos vestidos y tacones.

- Me las vas a pagar, te juro que esto no se quedará así.- Chilló el moreno apretando los puños sobre la mesa, invité a que se fuera pero como no lo hizo y no paró de soltar maldiciones llamé a seguridad para que lo echaran.

Sosteniendo tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora