Capítulo 24: La despedida

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Narra Galia:

El domingo por la mañana el ambiente se hizo más cargado conforme veíamos las horas correr. Ninguna queríamos hablar del tema, pero estaba ahí el hecho de que quedaba un día y medio para que se marchara a España.

Pasamos algunas horas al sol, ella insistió en que debía echarme protección por la tonalidad pálida de mi piel, y cuando se sentó sobre mis piernas comenzando a echármela ella misma no pude negarme. La verdad que nunca me preocupaba demasiado por el efecto del sol en mi piel, al menos no hasta que me quemaba y tenía que pasar la noche sufriendo por cada contacto con la cama.

Después de pasar el día haciendo planes m viendo las distintas zonas del campo, a la hora de la cena decidimos hacer una pizza casera, con tomate, queso, maíz y champiñones. Nunca comprendí porque siempre tenía esa obsesión de comer la pizza con maíz, pero ella decía que le sumaba sabor.

- Cariño, así no es.- Me corrigió viéndome amasar la masa que prácticamente había hecho ella. Se puso detrás mía tomando mis manos para enseñarme cómo se hacía de forma correcta, sin embargo, no podía concentrarme en otra cosa que no fuera su cercanía, sus brazos envolviendo los míos y lo bonita que se veía con el moño que dejaba mechones sueltos por el frente.

De pronto, sin poder evitarlo unas lágrimas empezaron a empañar mis ojos, si me sentía vacía sin Rosa, no quería ni imaginar qué haría sin ella a mi lado. Ella cuando vio mis lágrimas hizo que me girara quedando ambas de frente y me abrazó con fuerza, a lo que enterré mi rostro en su cuello negándome a soltarla.

- Te he manchado toda de harina.- Dijo intentando aligerar el ambiente, ambas reímos entre lágrimas, y pude notar su dolor.

- También yo a ti. - Respondí acariciando su mejilla manchándosela.

- No me digas que vamos a comenzar una de estas guerras cursis de harina de las películas. - Comentó.

- Lo dijiste tú, no yo.- La miré riendo, pese a que seguía notando una fuerte angustia interior por saber que iba a perderla. - Pero creo que a nosotras nos va más la mermelada, ¿no crees?- Increpé con una sonrisa atrevida, consiguiendo queso rostro adquiriera un tono rojizo. Era increíble como aun se sonrojaba por cualquier cosa, pese a que luego en la cama todo rastro de timidez se le quitaba.

Terminamos de preparar la pizza, y mientras esperábamos a que el horno nos indicase que ya estaba lista para ser comida nos pusimos algunas canciones de Hannah Montana y High School Musical. Pronto teníamos cada una dos vasos en la mano simulando micrófonos y cantábamos en sincronía con la voz de ellos en una especie de karaoke improvisado.

Cada segundo a su lado era increíble, no creía que pudiera haber nadie más en el mundo con el que encajara tan bien como con ella. La forma en la que conectamos desde el primer día, el modo en el que en cada cosa que hacíamos nuestras emociones parecían dirigirse a la misma dirección y el cómo parecían estar sincronizados nuestros cerebros en los planes, era algo único en nuestra relación.

Comimos sentadas en sofá con su cabeza apoyada en mi hombro, pero noté como Ivy apenas comió un trozo antes de decir que no le apetecía comer más.

- Ivy, tienes que comer.- Insistí.- Igual que tú te has preocupado antes porque no me quemara, yo estoy preocupada por el hecho de que no te alimentes bien. - En ese tiempo con ella pude notar que cada vez que estaba preocupada o mal por algo su estómago se cerraba y ella misma no se esforzaba en comer.

- Pero es que no tengo hambre.

- Escuchame, el que dejes de comer nunca va a solucionar nada, solo va a empeorar cualquier situación. ¿Recuerdas cuando en el colegio te decía que qué tenías que cuidar de ti misma primero por ti, pero también por la gente a la que nos importas? Pues ahora te digo lo mismo en la comida, no podré estar bien teniéndote tan lejos sabiendo que no vas a alimentarte como debes.

Sosteniendo tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora