CAPÍTULO 19

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Capítulo 19

Judie Brooks

Estaba en mi habitación, sentada en el escritorio repasando los apuntes de la semana, aunque, sinceramente no lograba concentrarme. Miré la hora en mi móvil. Aún faltaba una hora para que entrara a trabajar.

Solté un suspiro mientras me cubría las manos con la cara con pesadez. Me levanté de la silla y sin muchas ganas fui a darme la ducha más larga del mundo.

El camino de las residencias a la librería era corto, pero ir caminando bajo el Sol no era muy agradable que digamos. Las semanas anteriores, Cole se ofrecía a llevarme a la librería —en realidad, se ofrecía a llevarme a todos lados—, pero esta vez él estaba junto a su abuela y no quería molestarlo.

Cuando ya estaba a medio camino, pasé por una tienda de joyería. Nunca fui de llevar ese tipo de cosas, pero cuando vi un anillo que llamó mi atención y lo compré. Antes los solía usar mucho, los utilizaba para des estresarme o para mantenerme ocupada, pero se me rompían o extraviaban, así que dejé de usarlos.

Al entrar a la librería, me encontraba mareada de tanto caminar y algo agitada. Me encontré con mi jefa, Sarah, ordenando unos libros en las estanterías. En cuanto me vio, dejó los libros a un lado y en unos cuantos pasos estuvo cerca de mí.

—Judie, que bueno que llegaste. Te vez cansada, ¿estás bien? ¿Caminaste? Parece que caminaste ¿Y el chico qué te traía en su coche?

Sarah, una mujer de entre treinta y cuarenta años, un poco más alta que yo, pelo oscuro, algunas arrugas en su rostro y con unas gafas enormes. Podía hablar a una velocidad increíble. Sí pensaba que Lisa hablaba rápido el día que la conocí, ya no lo hacía.

Intenté controlar mi respiración para poder hablar.

—Sí, estoy bien. También estoy cansada. Caminé. Y el chico que me trae en su coche es mi amigo, y no podía traerme esta vez. —respondí cada una de sus preguntas cuando pude recuperar el aliento.

—Vale. Ves a dejar tus cosas. Esta mañana han llegado algunas cajas de libros nuevos. He empezado a ordenar unos cuantos pero necesito de tú ayuda ¡Tenemos mucho trabajo que hacer!

Me pasé toda la tarde junto a Sarah reacomodando toda la librería, y fue divertido. Ella habló todo el tiempo, así que yo no tuve que hacerlo, simplemente hacía gestos con la cabeza para negar o asentir. También, me había quedado un rato observando los títulos de algunos libros; tenía que tener opciones para cuando tuviera dinero y comprarme uno nuevo.

Justo estaba observando un libro que me había interesado, cuando escucho que la puerta del local se abre. Y Cole entra por ella con las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones.

—Hola, Cole. —dejé el libro en su lugar en la estantería y empecé andar hacia él— ¿Ya terminó tú trabajo? —asintió— ¿Pero qué horas son? —pregunté buscando mi móvil en los bolsillos de mis pantalones.

—Son las ocho en punto. Tú trabajo también ha terminado —dice con una sonrisa—. Vamos. —dijo con prisa.

Quería preguntarle acerca del por qué tenía tanta prisa por irse pero decidí hacerlo luego.

—Espera, tengo que ir por mis cosas y despedirme de Sarah. Ahora vuelvo.

Regresé después de cinco minutos ya con mis cosas en mano.

—Listo. Podemos irnos.

—Bien.

Empezó a caminar con grandes zancadas hacia la puerta principal. Lo seguí tan rápido como pude.

Llegamos a su coche y nos montamos en nuestros asientos correspondientes.

—¿Por qué tenías tanta prisa por irnos? —cuestioné ajustándome el cinturón de seguridad.

—Te traje algo.

Y sin más se dio la vuelta en su asiento para tomar algo de los asientos traseros. Volvió a su posición original, ahora con una cajita transparente en sus manos.

—Son galletas. —las extendió para que yo pudiera tomarlas—. Suerte que aún están calientes. Las hice en el restaurante y tenía miedo que se enfriaran en el camino. Saben mejor cuando están calientes, y están más suavecitas.

—¿Las has hecho tú? —pregunté abriendo la cajita con entusiasmo.

—¿Por qué tan sorprendida? ¿No crees que las haya hecho yo?

—No, bueno, sí... Solo me sorprende que las hayas hecho para mí. —murmuré.

—Pues son para ti. Anda, come.

Vi mejor las galletas. Tenía una capa de azúcar cubriéndolas. Se veían muy ricas. Pero no podía evitar preguntarme si no era mucha azúcar. Hace ya un tiempo que en mi mente no se repetían esas preguntas. Exactamente, un poco después de que llegara a California. No sé por qué, justo en ese momento, decidieron volver a aparecer.

—¿Pasa algo? —preguntó mi amigo sacándome de mis pensamientos. Me miraba con el ceño fruncido y con expresión confundida.

—No, nada. —tomé una galleta y me la metí a la boca tratando de distraerlo y no insistiera—. Mmm, están ricas.

Él simplemente soltó una risita ypuso en marcha el coche.

Reencontrados Para Siempre [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora