CAPÍTULO 36

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Capítulo 36

Judie Brooks

31 de diciembre, el último día del año. Algunos tíos y familiares habían venido a mi casa para pasarla con nosotros, así que esta vez no éramos solo mis padres, Olivia y yo, y el ambiente era un poco más ajetreado de lo normal. Todos estábamos en la sala, reunidos, cada uno sentado donde hubiera espacio; no es porque fuéramos aguafiestas, pero yo y mi mejor amiga nos habíamos alejado unos metros de todos. Las risas y voces se combinaban con el sonido de la televisión encendida en el canal de las noticias, donde pasarían la cuenta regresiva para el año nuevo. Me dolía la cabeza de tanto ruido.

—¡Familia! —una de mis tías gritó, llamando la atención de todos— Silencio, ya va a empezar. —dijo señalando la televisión.

Fueron diez segundos donde todos contaron y gritaron.

1 de enero.

Me obligué a mí misma a levantarme de mi silla e ir a abrazar a los demás.

Después de un rato, vuelvo a donde estaba junto a Olivia. El problema es que ella no está. Me aferré a mi chaqueta al salir a buscarla al jardín trasero. La encontré sentada en una tumbona, mirando su móvil.

—¿Todo bien? —pregunto.

Llevo puesto un vestido que me llega arriba de las rodillas, a lo que el césped me pica en los muslos al sentarme en el suelo, al lado de la tumbona.

—Mis padres no me han llamado. Ni mis hermanos. Tampoco lo hicieron en navidad. Ni un solo mensaje. —digo en un susurro.

—No te han llamado desde que te fuiste, ¿verdad?

Ella niega. Había empezado a llorar.

—Parezco una niña llorando por esto, pero pensé que lo haría.

No sé qué decir, así que me levanté del suelo, la envolví en un abrazo y dejé que llorar en mi hombro.

Olivia y sus padres nunca habían tenido una buena relación, y era una de las razones por las cuales ella se había convertido en parte de la familia desde hace mucho. Mis padres la recibían en casa siempre, así que ella se pasaba la mayoría del tiempo con nosotros que con su familia. Literalmente éramos como hermanas, aunque no fuera de sangre.

Olivia se fue a dormir después de un rato a mí habitación y yo me quedé ahí fuera, recostada en la tumbona, mirando el cielo.

Algo vibró en el bolsillo izquierdo de mi chaqueta. Saqué mi móvil de ella. En la pantalla estaba el número de Cole llamando.

Contesté al instante.

—Feliz año, ojos miel. —saludó él.

Sonreí.

—Feliz año, Cole. —respondí su saludo y volví a mirar al cielo estrellado.

—Te he mandado un mensaje hace rato pero no lo has leído. —dijo.

—¿En serio? Lo siento, estaba con Olivia.

—Tranquila, solo es deseándote feliz año nuevo. ¿Cómo están tus padres y Olivia? ¿Qué han hecho?

—Bien. Mis papás han invitado a algunos familiares a la casa y ya sabes, cenamos, se pusieron a cantar canciones de abuelos, contaron la cuenta regresiva y se abrazaron.

—¿Qué cenaste?

—Pavo. Lo mismo de cada año.

Él se rio al otro lado de la línea.

—Yo cené lo mismo.

Fue mi turno de reír.

—¿Tú que has hecho? —le pregunté.

—Mi abuela y yo cocinamos el pavo y lo cenamos en cuanto estuvo listo, después nos fuimos a la sala a esperar las doce mientras poníamos música y bailábamos un rato.

—Wow. Tu noche se escucha más tranquila de lo que fue la mía.

—Han sido así desde hace tiempo, y para mí son perfectas. —Exclama— ¿Qué haces ahora?

—Estoy acostada en una tumbona que compró mi mamá hace unas semanas en oferta, mirando al cielo, hablando contigo. ¿Y tú?

—Estoy en el jardín, sentado en mi viejo columpio, mirando al cielo, mientras hablo contigo.

—Pues que coincidencia.

—¿Te puedo contar algo? —cuestionó.

—Claro. —respondí llena de curiosidad.

—Amo ver las estrellas. —soltó sin más.

—¿Y eso por qué?

—Mi madre me sacaba al jardín siempre que yo estaba triste, me recostaba sobre el césped a un lado de ella y mirábamos las estrellas.

—¿Y eso te alegraba?

—Siempre.

Un silencio se mantuvo entre nosotros. Yo miraba las estrellas, y no sé porque me imaginaba a él viéndolas junto a mí.

Unos instantes después, se escuchó un bostezo en el móvil.

—Lo siento. —se disculpó Cole.

—Vete a dormir. —le dije.

—Tú también deberías hacerlo.

—Lo haré en un rato. —le aseguro.

—Está bien. Pero si necesitas algo, llámame.

—¿Qué necesitaría de ti? —lo dije en broma para molestarle.

—Serás...

—¿Qué?

—Nada. Buenas noches, ojos miel. Descansa.

Él colgó la llamada antes de que me pudiera despedir.

***

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