CAPÍTULO 25

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Capítulo 25

Cole Jenkins

—¿Lista? —le pregunté a Judie cuando llegó a mi altura.

Ella asintió. Llevaba un bolso colgando de su hombro, y vestía de unos pantalones sueltos y una sudadera. Me dio algo de ternura porque, al llevar esa ropa, ella parecía mucho más bajita de lo que era.

Ambos empezamos a caminar hacia fuera del edificio, y para cuando llegamos al jardín delantero, la miré. Ella pasaba su mano por las flores, observándolas con atención y una fina sonrisa en la cara. El sol del medio día le daba en su rostro, haciendo que sus ojitos color miel brillaran y algunas de sus pecas resaltaran en su piel clara.

—Te gustan mucho las flores, ¿cierto? —le pregunté, aun observándola.

Ella me miró y detuvo su andar, yo también lo hice. Su sonrisa no desapareció, de hecho, creo que se hizo más grande.

—Sí. A mi mamá también, ella me hizo amarlas.

—¿Tus favoritas?

—Esas de allá.

Se acercó a un arbusto lleno de flores.

—Tulipanes.

—Son bonitas. —dije tomando una entre mis dedos con delicadeza.

—Sí.

—¿Por qué son tus favoritas?

Vi cómo se encogía de hombros.

—También son las favoritas de mi madre y tiene el jardín llena de ellas. También es porque mi papá me daba un ramo de ellas al igual que a mi mamá. Le da un ramo cada mes. A mi igual, pero ahora que vivimos separados es un poco más difícil, pero la semana pasada me dio unas.

—Un detalle muy bonito de tú padre.

—Sí, así se ganó a mi mamá. Por cierto, no te lo he dicho, ¿verdad?

—No sé de qué hablas. Tendrás que ser más específica, ojos miel.

—Vale, sí, no te lo he dicho. Mis padres al fin podrán tener su fiesta de bodas. —empezó a dar saltitos de felicidad.

—¿En serio? Me alegro por ellos ¿Cuándo será?

—Aun no lo sé. Están planificando todo. Mi mamá quiere que sea en un hotel en la playa, mi papá está de acuerdo y están buscando un hotel bueno, bonito y barato.

—En la playa hay algunos muy bonitos. Mi abuela conoce algunos, y tienen salones grandes para eventos.

—Pues les diré. ¿Pero ahora podemos irnos? Se me está haciendo tarde.

—Claro. Vamos, corre.

Empezamos a correr por el jardín entre risas. Llegamos a mi coche y nos montamos con rapidez. Encendí el motor y empecé a conducir hasta llegar a la pequeña librería.

—Llegamos a su destino. —dije divertido.

—Muchas gracias, querido chofer.

—Un placer, ojos miel.

Me dio una sonrisa antes de salir del auto. Le seguí con la mirada hasta que entra por la puerta del local y desapareció de mi vista.

Volví a conducir, pero esta vez con dirección al restaurante. Cuando llegué, mi abuela me recibió con un abrazo, después fui a ponerme el uniforme para ayudarla a terminar de limpiar el lugar.

Reencontrados Para Siempre [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora