XXIII

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Semanas después

—Mira, creo que tú marido ya llegó —sonrió divertida.

—No digas eso, suena... Raro —rio, viendo el auto de Nate estacionado fuera del instituto.

—Ay que te haces la santa, Milena, si todas sabemos que eres bien perra —rio otra.

La castaña rodó los ojos y tomó su mochila.

—Como sea, me voy, nos vemos mañana.

—Chao, besitos al guapo de tu marido —pronunció divertida una pelirroja.

Milena la ignoró y salió del instituto, cruzando la calle para ir hasta Nate que había salido del auto. Al verla sonrió y ella fue hasta él, abrazándolo.

—¿Qué haces aquí? Te dije que iría a casa sola.

—Lo sé, pero quería pasar por ti ¿Te molesta?

—No, pero es raro que alguien de mi edad, tenga un compañero y encima venga a buscarla.

—Si te incomoda puedo esperarte a unas calles.

—No —sonrió mirándolo a los ojos.

La miró y le dió un corto beso, antes de abrir la puerta del auto.

—Vamos, que tenemos cosas que hacer.

Ella se subió y luego Nate también se subió del lado del conductor.

—¿Podemos comprar algo en el camino? Tengo mucha hambre.

—Claro ¿Qué quieres comer? —le inquirió poniendo el auto en marcha.

—Tengo muchas ganas de comer algo dulce, vamos a una cafetería ¡Muero por un pastel de chocolate y cerezas! Y un rico capuchino, ay, hasta siento que se me hace agua la boca.

Nate sonrió divertido, asintiendo con la cabeza.

—De acuerdo, vamos primero a una cafetería.

Milena lo observó y luego sonrió suavemente, recostándose sobre su asiento. Tenía unas facciones muy bonitas, una sonrisa tan amable, una mirada tan noble, que le parecía increíble haber conocido a alguien así.

En su clan difícilmente se encontraban personas como Nate.

—¿Qué ocurre? —preguntó el rubio confundido, al sentir que ella no dejaba de mirarlo.

—Nada, sólo... Creo que eres muy guapo, y me gustas tanto.

—¿En serio lo crees?

—Sí —sonrió.

🌘🌘🌘

—Le vendió Sunrock a Wildwolf, es increíble lo que ha hecho. Él realmente quería irse del bosque.

—Supongo que sintió que ya no tenía motivos para quedarse aquí —le dijo Brenda, mientras ambos desayunaban—. Era un buen territorio, que lástima.

—No sólo era un buen territorio, fue el producto de su esfuerzo. Estuvo sólo en la competencia de alfa y llegó hasta el final, ganándolo. Siento que se precipitó.

—Yo no lo veo así, Blake. Si tú te pones en su lugar, lo entenderías. Él ya no tenía motivos para estar aquí, Nate hizo todo esto para estar con Cala... Y menos mal que se fue.

—Cala estaba enfermando, hicimos lo mejor por ella.

—Sí, lo sé, lo mejor es que estuviera con su luna, pero eso hubiese lastimado más a mi primo. Y él ya sufrió mucho por ella. Ahora lo único que me gustaría saber, es si él está bien, nada más.

🌘🌘🌘

Cerró sus ojos, y se abrazó a él, mordiéndose el labio inferior al sentir su orgasmo, antes de respirar pesado contra su cuello, sintiendo aún como Nate seguía penetrándola, hasta alcanzar su liberación, entre sus muslos.

Jadeó al sentir que frotaba nuevamente su miembro entre sus labios, antes de volver a penetrarla, haciéndola apretar sus dedos en los hombros de él.

—N-Nate, debemos irnos —murmuró contra su oído, con la respiración pesada.

—Sólo una vez más —gruñó ronco, hundiéndose profundamente en ella.

Milena se cubrió la boca en ese momento, ahogando un grito. ¡¿Cómo se le ocurría hacer algo así?! ¡Estaban en el maldito baño de la estación de servicio! Se suponía que sólo era un "rapidito" hasta volver a la casa.

Escucharon pasos del otro lado, y con cuidado, el rubio se sentó en el inodoro, con ella aún unida a él, sobre sus muslos.

La miró y sonrió divertido, al ver que estaba con el rostro completamente rojo. La tomó del rostro con una de sus manos, y la besó, esperando que la persona que había entrado saliera, para poder continuar.

Pero Milena sentía que no podía esperar mucho más, por lo que sin dejar de besarlo, suavemente comenzó a moverse sobre él.

—N-No, no, quieta —le advirtió susurrando—. No querrás que quedemos unidos aquí ¿Verdad?

—P-Pero ya n-no aguanto —se quejó molesta.

Le acercó su dedo medio e índice a los labios, y ella abrió la boca, chupándolos, para que luego él los dirigiera a su intimidad, y frotar suavemente su clítoris.

La jovencita apoyó su boca sobre el hombro de Nate, y jadeó contra él, moviéndose lentamente, buscando alcanzar una vez más el climax.

El rubio escuchó como el baño se desocupaba nuevamente, y la tomó de la cintura con ambas manos, para poder terminar de una vez por todas con aquello.

No era fácil resistirse a ella cuando se veía tan bonita, y mucho menos estas primeras semanas juntos, dónde todo parecía tan bonito y auténtico entre ellos.

...

NateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora